Agradando a Dios en todo tiempo

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Agradando a Dios

Agradar, significa satisfacer, «deleitar«. Hoy hablaremos sobre el tema: «Agradando a Dios».

Cuanto tú haces una comida y la compartes con alguien, tu interés o deseo es que a esa a quien tú le brindas ese alimento le guste.

Pero puede que sea sí o no porque a todos no nos gustan las mismas cosas, hay alimentos que para algunos son apetecibles pero otro puede decir que no le gusta.

Cuando usted hace ese gesto de invitar a alguien a su casa, lo hace con todo el esmero, se preocupa porque la mesa esté limpia, escoge la mejor vajilla, hace el mejor esfuerzo para ese invitado suyo.

Pero resulta, que cuando usted llega a la mesa a servir ese plato pero puede que a esa persona le guste o no, puede suceder que por educación esa persona tome esos alimentos.

Qué sentirías si esa persona te dice que no le gusta la comida y te la deja servida en la mesa. Te sentirías triste, desagradado aunque la honestidad debe primar.

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¿Qué preferirías? Que te diga la verdad o que te mienta para no ser desagradado.

El objetivo no es agradarte a ti, sino a la persona a quien invitaste.

Tenemos que entender que uno agrada es haciendo lo que al otro le gusta, no lo que yo creo.

Cuando la intención de la persona es agradar tiene el poder de conquistar. Por ejemplo:

El enamorado se fija que esa muchacha es muy linda o viceversa y uno trata de ubicarse ¿Qué será lo que a ella le gusta?

Y encuentra a alguien que le dice; a ella lo que le gusta es tal cosa, es que me gusta esa muchacha y quiero darle un regalo que la conquiste.

Pero resulta, que el hombre salió comprando lo que a ella le gusta y ella queda encantada con su regalo y dice ¡me conquistó!

El hijo obediente hace lo que su padre le dice, llega el hijo y le dice a su padre ¿dame una moneda?

Pero como ese padre ve que su hijo cada vez que lo manda hacer mandados lo hace con voluntad, saca un billete y se lo entrega, ahí el hijo se está ganando la bondad de su padre por agradarlo.

Pero hay otros hijos que no obedecen y cuando le piden a su padre, él dice que no porque no se lo merece.

Agradar tiene un poder para conquistar

El esposo o la esposa que procura cumplir los deseos de su cónyuge lo mantendrá contento a él o a ella porque cada vez que sale algo le trae que a ella le gusta y siempre la mantendrá agradada.

Cuando hay la intención de satisfacer y deleitar, tiene un poder que es irresistible, es automático.

Nos asegura una buena convivencia, cuando se vive pensando en hacer sentir bien a los demás, no habrá rencores, ni contienda, ni enemistades.

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A veces las cosas no nos funcionan porque tenemos como tendencia que, por ejemplo: Cuando llego al culto me acomodo en una banca y de ahí no me para nadie, ni si viene una visita.

Entonces esa visita sale con una mala imagen de la iglesia, se va y posiblemente Dios le había permitido ir a buscar un refugio pero por nosotros no estar agradando.

Y resulta que ha dañado una fiesta en el cielo y le ha truncado la posibilidad a esa persona de que se encuentre con su creador.

Cuando tú vives pensando en hacer sentir bien a los demás nos libraremos de todas estas cosas, no tendremos contiendas, ni enemistades, ni rencores.

Porque si llega un hermano y te levantas de la banca, ese hermano a quien le cediste tu puesto se va a sentir agradado contigo.

Eso es agradable delante de Dios y tenemos que aprender lo que dice el Señor:

«El hijo del hombre siendo el dueño de todo el universo, no tuvo donde recostar su cabeza y además de eso dijo, yo he venido no para que la gente me sirva, sino para poner mi vida en servicio de los demás». Mateo 8:20.

Eso es agradar a Dios.

La satisfacción, el deleite es deseada, agradable.

La iglesia tiene su deseado el cual es Cristo a quien tenemos que complacer, satisfacer, deleitarse es nuestro Cristo, debe ser entonces de interés de cada creyente saber si lo está haciendo.

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Muchas veces le hemos dejado la comida servida pero Dios que escudriña la mente y el corazón del hombre, él sí sabe por qué se dan las cosas, él va a juzgar rectamente.

A veces no agradamos a Dios con nuestras actitudes, con nuestra manera de pensar, con nuestra manera de vivir.

«En esto conoceré que te he agradado que mi enemigo no se huelgue de mi». Salmo 41:11. Eso lo debe saber todo cristiano.

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Agradando a Dios.

Debes a sincerarte con Dios para que esa relación tenga un buen gusto delante de Dios, sea como una ofrenda aceptable delante de Dios, que cuando tú llegues al altar tú sepas que Dios te va oír.

Hay veces que decimos, «vamos ayunar, vamos a vigilar, vamos hacer 3 horas de oración continua» y eso no está malo.

Pero el propósito es de agradar a Dios porque dejas de hacer tus quehaceres, eso se te va a convertir en un sacrificio vano delante de Dios.

Lo que tienes que hacer primero es saber si estas agradando a tu Dios y después vas a su altar sabiendo que estás haciendo la voluntad de Dios.

No es que el sacrificio sea malo, sino la actitud con la que nos presentamos delante de Dios.

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Nosotros tenemos que mirar, que el evangelio es de sinceridad, no es de conceptos y de preceptos, es agradar a Dios y más nada, hacer su voluntad.

«El que retrocediere no agradará a mi alma», dice la Biblia. Agradar en los demás en lo que sea bueno es agradable delante los ojos de Dios.

Dios es agradable para nosotros pero ¿Seremos agradables para Dios?

Ubiquémonos dentro del propósito de Dios y agradémosle a él.

«primeramente el reino de Dios y su justicia y las demás cosas vendrán por añadidura».

Dios no se agrada de sacrificios inútiles, sino de fe. «Agradando a Dios».

Por: Miguel Quiroz

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