Al fin y al cabo todo es de mi Cristo

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Al fin y al cabo todo es de mi Cristo

No podemos desconocer que en la iglesia primitiva existían muchos problemas de orden social y que en algunas ocasiones las decisiones de los apóstoles no fueron muy acertadas (Hechos 6), pero que a medida que pasó el tiempo se fueron acomodando a las necesidades propias de la misma, pero al fin y al cabo todo es de mi Cristo.

La iglesia del Señor no es una comunidad socialista donde en lo material existan leyes de «igualitarismo» sino un organismo vivo que lo mueve el amor a Dios.

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Un lugar donde el rico al ser transformado, cambia sus esperanzas en las riquezas terrenales para ponerlas en Jesús siguiendo los consejos de los apóstoles.

«A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». 1 Timoteo 6:17.

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Y donde el pobre aprende a trabajar y aprende a creer en la provisión de Dios y en su prosperidad.

«He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan». Salmos 37:25.

Hay un principio que se debe cumplir en todo cristiano rico y pobre para ser prosperado y lo encontramos en Proverbios 11:24:

«Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza».

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Hoy más que nunca estoy convencido en que la iglesia del Señor va como la luz de la aurora en aumento.

Y es nuestra responsabilidad cumplir por amor a las necesidades de los más necesitados.

No por leyes ni por obligación, sino por amor a aquél que nos lo a dado todo y por quien vivimos y nos movemos, al fin y al cabo Todo es de mi Cristo.

Por: Eduardo Cuadros

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