El paralítico de Betesda

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El paralítico de Betesda

Había una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, pero ¿A qué subió Jesús a Jerusalén? Hoy hablaremos sobre «El paralítico de Betesda».

Podría ser a la fiesta, pero si así hubiera sido, podríamos decir que no solamente por la fiesta, sino que llevaba en su corazón otro propósito.

Puede ser que alguien no tenga fiesta en su corazón sino luto, llanto y dolor.

Jesús se alegra con los que nos alegramos, pero Jesús también se conmovió ante la tumba de Lázaro, un contraste.

La ciudad por un lado con un ambiente de fiesta, pero al otro lado, al extremo, había un ambiente contrario.

Mientras los unos estaban alegres había otros que estaban tristes, mientras los unos cantaban los otros lloraban.

Pero parece que Jesús pasa por todo esto y parece no detenerse y lleva su mirada puesta en un lugar, que es el lugar de los marginados, el lugar de los olvidados por muchos.

Mientras que de aquí salen voces de cantos, de allá del estanque de Betesda salen gemidos, mientras que de acá salen gritos de alegría, de allá salen gritos de dolor.

Es posible que alguien esté que ni siquiera puede cantar porque hay dolor físico en su cuerpo y una atadura en su mente.

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Porque cuando sale en su casa deja un gran problema y no tiene tranquilidad y ha derramado muchas lágrimas.

Pero no precisamente de alegría sino de dolor, de súplica y ha estado pidiendo y clamando a Dios.

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Pues el mismo Jesús que llegó a Jerusalén en medio de la fiesta y se encaminó hacia el lugar de los enfermos, de los que sufrían, está contigo.

La situación después de dos mil años no ha cambiado.

Hay en Jerusalén cerca de la puerta de las ovejas un estanque “El estanque del llanto, del dolor, de la agonía, de la desesperación”.

Jesús no se detuvo y nos lleva a pensar que estaba más interesado en aquellos que necesitaban urgente su intervención maravillosa, que en aquellos que estaban alegres.

Porque enfiló su rostro y pasó con una resolución admirable hacia ese lugar donde seguramente ningún ciudadano respetable querría pasar por ahí.

Ni lo gobernantes de la ciudad, ni los líderes religiosos, ni los ancianos del pueblo.

Nadie quería darse una pasada por allí.

Había un recelo y un marcado rechazo, no solo hacia el lugar, sino a los individuos que estaban allí revolcándose en medio del gemido y del dolor esperando un milagro eventual.

Porque de vez en cuando un ángel descendía del cielo con una delegación de autoridad suprema.

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El paralítico de Betesda.

Bajaba y removía las aguas y todos expectantes corrían presurosos porque el primero que tocaba las aguas quedaba sano.

Era una gota de misericordia.

Y en aquel ambiente lóbrego de muerte, de desolación ¿Qué fiesta iba a haber?

Allí pasaban meses y años de agonía, para ellos no había fines de año, ni cumpleaños, y a medida que Jesús se iba acercando a aquel lugar apestoso.

Solo se iba sintiendo el ambiente de enfermedad, de dolor, de miseria y de tragedia.

Sin embargo, a Jesús nada le importó despojarse de su trono de gloria y siendo Dios se hizo hombre.

Siendo rey se hizo siervo, siendo padre eterno se hizo hijo y estando en la condición de hombre, de siervo se humilló.

Y comenzó a avanzar con paso seguro hacia ese lugar que nadie quería ni por equivocación, pasar por allí.

Y de pronto aquel lugar sombrío, tenebroso y espectral se ilumina, se había iluminado en ocasiones anteriores por la aparición milagrosa de un ángel, pero ahora el lugar se ilumina no por aparición de un ángel.

Sino por la presencia de la majestad del universo, del número uno del universo.

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Ahora Jesús está allí con el que necesita misericordia, con el que necesita que la mano de Dios se extienda y lo levante, ahora está ahí con ellos y atrás quedaron las risas y el gozo de fiesta.

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El paralítico de Betesda.

Ahora lo que hay es harapos por toda parte y comienza a caminar en medio de ellos y de pronto su mirada amorosa se posa en un hombre.

Dice la palabra, que hacía 38 años era un habitante de las tinieblas, de la desolación. Jesús le mira y le dice compasivo ¿Quieres ser sanado?

Pero él dice: “Señor, no tengo quien me meta en el estanque, cuando se agita el agua y entre tanto que yo voy otro, llega primero”.

Es decir, era cuadripléjico, sus extremidades estaban secas, la muerte se había apoderado de su cuerpo, pero Jesús le sigue preguntando ¿Quieres ser sanado?

La espera terminó porque no vino un ángel, vino el creador de los ángeles, eso es lo que hace grande esta dispensación de la gracia.

Que ya no es a través de un patriarca, no es a través de un profeta, ni de un sacerdote, el mismo Dios dijo:

“Yo mismo iré y os salvaré”.

La Santa Biblia no entra a detallar tantas cosas, sino que es puntual, menciona y les hace relevancia a los hechos más determinantes y hay muchos detalles que quedan dispersos.

Pero es posible que cuando Jesús le pregunta a aquel hombre ¿quieres ser sanado?, aquel hombre desde su perspectiva vio a un ser humano, pero fue sano.

Y aquel pobre necesitado pasó de estar de aquel grupo, tomó su camilla y se unió al grupo de los que estaban en fiesta.

Jesucristo puede cambiar tu tristeza en gozo y te puede regalar una vida nueva.

Por: Vicente Arango

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