¿Estamos enseñando?

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¿Estamos enseñando?

La enseñanza y el aprendizaje están inseparablemente ligados, no se puede hablar de aprendizaje sin enseñanza, no se puede hablar de enseñanza sin aprendizaje, siempre se está aprendiendo para bien o para mal. Hablaremos sobre el tema «¿Estamos enseñando?».

Como padres nuestros hijos están aprendiendo para bien o para mal, en los institutos están aprendiendo o desaprendiendo.

Hay una íntima relación de estos dos términos.

Enseñar es ayudar a aprender.

El Señor Jesucristo ha dejado planteada la razón de ser del ministerio de la iglesia y entre otros, la educación hace parte de esa posibilidad, de que el mundo entero reconozca el propósito de la iglesia:

“Id y haced discípulos” está incluido la relación de un maestro con un grupo de personas a las cuales se está guiando al conocimiento, dice la Biblia:

“Enseñándole todas las cosas que os he mandado”.

La definición de educación cristiana, la definimos como un proceso en el cual se transmiten, se desarrollan, se adquieren:

  • Conocimientos
  • Actitudes
  • Valores
  • Destrezas
  • Habilidades
  • Normas de comportamiento
  • Prácticas
  • Creencias

Todo esto que reflejen la fe en Jesucristo.

De acuerdo a esto, el apóstol Pablo dice: “Enseñando a todo hombre en toda sabiduría a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.

Hay una meta, un propósito a lo que se encaminan esas habilidades y por eso la educación cristiana más que conocimiento es vida, es modo de vivir.

Hay una gran diferencia entre la educación concebida por los griegos que es el Nous y la educación cristiana que hace énfasis en el Neuma.

Todo esto porque hay una educación que está buscando la exteriorización del hombre.

Y hay una que está buscando la interiorización del hombre porque es a partir de adentro que se puede de verdad educar.

La educación cristiana supone un proceso crítico de enseñanza y aprendizaje.

Vea también: Aprendiendo para enseñar

Si enseñamos, algo tiene que mover, algo tiene que producir, hay un efecto cuando se escucha, cuando se imparte estos conocimientos.

Y el propósito es que desarrolle un estilo de vida que refleje los valores cristianos, que viva como Cristo vivió.

Que la iglesia se despoje del viejo hombre, renueve su mente y se vista del nuevo hombre, es crear una nueva humanidad.

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Educación cristiana es un instrumento de transformación, de santificación y para alcanzar este propósito es necesario.

Que los creyentes aprendan los valores del reino de Dios no solo por la práctica de la fe, sino por medio de la lección bíblica.

Tiene que haber ante todo una interiorización, en esto vale cuando llega realmente al espíritu y dice el apóstol Pablo:

“Que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual para que andéis como es digno del Señor”.

Nadie podrá llegar a decir que ha aprendido a menos que haya podido llegar a entender que nuestra educación va a lo más profundo de nuestro ser:

“Para que entonces ahora andéis como es digno del Señor, agradándolo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios”.

Sé parte de un conocimiento para seguir conociendo, desde esta óptica, el creyente entra en un proceso crítico que confronta los valores del reino con los valores comúnmente aceptados por sociedad.

La educación cristiana tiene entonces como tarea, buscar propiciar ese encuentro crítico que nos lleve a cambiar nuestra manera de vivir y nos persuada a vivir como Jesús vivió.

La educación cristiana nos lleva a una libertad que solo será posible por medio de una práctica liberadora de la fe que refleje los valores del reino de vida y Jesús dijo:

“Si permanecéis en mí palabra seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

La educación cristiana o el ministerio educativo de la iglesia tiene la tarea de informar la práctica de la fe y la vida devocional.

Formar el carácter, las habilidades y el comportamiento del creyente y transformar los valores de la persona, la comunidad y las instituciones.

La enseñanza gira alrededor de los conceptos que se transmiten de la mente del profesor a la mente del alumno y por tanto enseñado así.

Consiste en guiar, orientar y estimular a los educandos en el proceso del aprendizaje.

Es toda acción orientada a procurar que el alumno adquiera por sí mismo ideas, conocimiento y experiencias, desarrollando en él potencias creadoras del espíritu.

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¿Estamos enseñando?

Pero dentro del cuerpo de Cristo ser un maestro es ser llamado a comunicar con fidelidad un mensaje sagrado.

No solamente que entre por los oídos sino también por los ojos por las percepciones y por las mil formas que existen.

Enseñar significa conducir al hombre a la experiencia más íntima con la voluntad divina a partir de un conocimiento que afecta al que lo imparte.

La Biblia habla de Jesús diciendo, que cuando el Señor enseñaba:

“La gente se admiraba de su doctrina porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”.

Una de las razones por las que Jesús impactó la vida de los oyentes fue por la calidad de su propia vida.

Solo siendo coherente con lo que digo y con lo que hago puedo decir que estoy enseñando de otro lado estoy es peleando conmigo mismo.

Vea también: Dios me hizo maestro y debo enseñar

La cosa más grande que los discípulos de Jesús, obtuvieron de su enseñanza no fue una doctrina sino una influencia tan poderosa, tanto que después estuvieron dispuestos a dar su vida.

Hay que tener en cuenta que la profundidad de esta relación proveyó el marco ideal para que pudiera enseñarles.

Es decir, nosotros nunca vamos a tener a quien enseñarles, si primero no tenemos una relación profunda con quienes enseñamos.

Nuestros discípulos deben percibir que nosotros estamos interesados en mucho más que simplemente ofrecer una enseñanza, deben sentir que sus vidas son de gran valor para el maestro.

Conozcan la fe que profesan y respondan a esa fe de una forma deliberada como pueblo de Dios, como personas que toman decisiones y acciones a la luz de lo que creen.

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¿Estamos enseñando?

Enseñar no es transferir conocimiento y aprender no es repetir la lección dada, es experimentar, comprobar y construir para cambiar y mejorar.

Así que dar un material al discípulo no nos hace cumplidores del mandato de Jesús necesariamente.

Cumplirlo involucra idoneidad, como dice Pablo:

“Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”, 2 Timoteo 2:2.

La idoneidad se funda en el conocimiento de Dios desde una relación de obediencia y entrega.

No se trata de lucir el conocimiento sino vivirlo, siendo fieles al propósito de Dios.

Jesús era lo que decía, antes de lo que hiciera, vivía lo que enseñaba y lo vivía antes de enseñarlo y lo vivía más allá de los que podía.

La autoridad la obtenemos cuando el tema se ha hecho rema en nuestro espíritu y corazón.

Porque primero Dios nos habló a nosotros y por ello creemos y estamos convencidos para enseñarlo a quien sea.

Vea también: Características de la vida antigua y la vida nueva

Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.

Cuando Dios escoge una persona para ocupar un rol de influencia en medio de su pueblo.

El Señor pretende que esa persona entienda que a cada paso de su vida va a estar revelando acerca de Dios.

Además, esta revelación va a ser uno de los aspectos claves de abrir o cerrar los corazones de los demás; o estamos enseñando o estamos decepcionando.

Por: Álvaro Muñoz

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