Hubo un hombre que cambió la historia

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Hubo un hombre que cambió la historia

Sin duda alguna, uno puede llegar a tener muchas posiciones en una organización, pero cuando se dice “Hubo un hombre que cambió la historia llamado Carlos o llamado Juan, enviado de Dios” se está diciendo de forma muy simple lo más grande que se pueda decir de cualquier hombre.

Teniendo en cuenta que, lo más grande que se pueda decir de cualquier persona, es el saberse enviado de Dios.

Sin embargo, hay que tener claro que en la vida de los hombres sencillos es que Dios se glorifica, en la vida de los hombres que saben para qué están aquí es donde Dios toma honra.

Entonces, cuando sabemos que un hombre es consciente que Dios lo envía, solo observamos cuál es su reacción.

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Hubo un hombre que cambió la historia.

En otro evangelio cuando se introduce a Juan, se dicen cosas muy simples de Juan.

Dice que apareció Juan predicando el evangelio a la orilla del Jordán y la gente salía por multitudes a escucharle.

Se dice una cosa simple, estaba Juan vestido de piel de camello, con un cinto a los lomos y comía langosta con miel silvestre.

Casi nunca nos preocupamos por saber cómo se vestían, porque eso más que todo se hace en las pasarelas, que se describe como va vestida la señorita y quien la viste.

Pero a veces, hasta en la iglesia se critica, dicen “Es que hay gente que solo vienen a la iglesia a ver cómo están vestidos los demás” y parece que eso fuera una cosa intrascendente.

Pero cuando la Biblia se fija en un hombre, para decirnos que estaba vestido de pelo de camello y que tenía un cinto a los lomos, también que comía langosta y miel silvestre.

Debe ser que tiene un mensaje detrás de esa descripción sencilla de un hombre grande o un mensaje grande detrás de esa descripción.

Primero porque no estamos en una pasarela, es la palabra de Dios y la palabra de Dios es seria, sobria.

Así que algo nos quiere decir Dios cuando nos dice que había un hombre que estaba en el pináculo o en el momento más grande y notorio de su ministerio.

Tanto que todo el pueblo salía a él a escucharle respetuosamente.

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Lo tenían como un hombre enviado de Dios, el rey le tenía miedo, la gente venía y confesaba sus pecados y prácticamente se lanzaban de cabeza en el río para que los bautizara.

Y Juan, inconmovible ante aquella popularidad, les decía: “Generación de víboras ¿Quién os enseño a huir del fuego que vendrá?”.

Era un hombre poderoso, pero detrás o delante de ese hombre poderoso, algo no había cambiado.

Juan era el mismo de siempre, no tenía altanería en su presentación, era el mismo sencillo, vestido con su piel de camello, con su cinto a los lomos.

Además, seguía comiendo langosta y miel silvestre.

Creemos que este versículo nos resume en pocas palabras el carácter acrisolado.

El carácter formado de un hombre que había sido llamado por Dios y que no tenía ninguna pretensión, sino que él seguía poniéndose el mismo traje de siempre.

Eso nos describe a nosotros, con todo lujo de profundidad, el carácter de Juan, póngale más ser un hombre que tenía claro para qué lo había llamado Dios.

Tenía clara la duración de su ministerio, tenía claro lo que él tenía que hacer.

Un día lo asediaron, diríamos los periodistas de aquella época, y le dijeron “¿Tú quién eres? eres el Cristo, el importante que esperamos”.

Y él confesó y no calló, dijo:

“No, yo no soy el Cristo; eres tú Elías; no, yo no soy nada; entonces ¿Qué eres tú? –soy solo una voz que clama en el desierto, he venido a arreglar el camino por donde va a transitar el grande”.

Y siguió diciendo “Detrás de mí si viene uno más poderoso que yo, y no soy digno, ni siquiera inclinado, de desatar las correas de sus zapatos; yo apenas me meto al río, pero no paso de ahí”.

Afirmando además que; “El que viene detrás de mí, él toma a la gente y la mete en el santísimo de Dios, y los bautiza con Espíritu Santo y fuego”.

¡Tenía claro en qué consistía la grandeza de un hombre!

Juan era un hombre que tenía claro para qué había venido, qué era lo que tenía que hacer, en qué consistía la grandeza de un hombre y que el éxito de un hombre era ser un hombre de Dios.

Entonces le dijeron: “¿Qué va a pasar contigo?” entonces él respondió:

“Yo si tengo claro qué va a pasar conmigo, es necesario que él crezca y que yo mengue”.

Es necesario que todos tuviéramos claro eso en nuestro corazón, creo que cumpliríamos nuestra misión.

Nadie está para tomar la gloria de Dios para sí, entre menos nos veamos, más se verá Cristo; entre menos trascendentales seamos nosotros, más grande será el que nos envió.

¿Para qué llama Dios a los hombres? ¿Para qué llama Dios a los que le sirven? Si tenemos claro esto, vamos a vencer muchas tentaciones.

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Hubo un hombre que cambió la historia.

Dios llamó un hombre llamado Juan ¿para qué?, la respuesta es sencilla: para que diese testimonio de la luz y es necesario que entendamos la diferencia entre nosotros y la luz.

No somos nosotros la luz, no somos nosotros las lumbreras, solamente tenemos este tesoro en vasos de barro para que la honra no sea para nosotros, sino que sea para él.

Esperamos que estas cortas líneas sean de gran bendición para tu vida, te recordamos que fueron tomadas de la enseñanza que está a continuación.

Pastor: Alvaro Torres

 

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