La justificación de nuestros pecados

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La justificación de nuestros pecados

La palabra justificación significa probanza de inculpabilidad. Justificar es demostrar jurídicamente la inocencia de alguien. Hablaremos en este artículo «La justificación de nuestros pecados».

Hay una diferencia entre el pecado y los pecados, porque una cosa es el pecado que cometió Adán, y otra cosa son los pecados que nosotros heredamos.

La Biblia dice que el juicio vino al mundo a causa de un solo pecado, para condenación; pero la justificación vino, a causa de muchas transgresiones, para justificación.

¿Quién es inocente?

En este caso, una cosa es que yo soy pecador, y otra cosa es si soy culpable.

Resulta que el mundo está bajo condenación a causa de un solo pecado, que no lo cometimos nosotros, lo cometió Eva, y Adán también participó de él, así como ella, dice la Biblia.

El pecado de Adán consistió en no creerle a Jehová, así que el único pecado por el que va a ser condenado el mundo es la incredulidad, los demás pecados son consecuentes.

De manera que si yo no soy el culpable, entonces ¿Por qué nos van a condenar?

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Ahora estamos descubriendo que sí somos pecadores, mas no culpables, porque el pecado que estamos realizando no lo cometimos, sino que lo heredamos.

Resulta que cuando nacieron Caín y Abel, el caso Adán, era caso cerrado.

Cuando se da el veredicto final, lo que viene es el encarcelamiento.

Para entonces esperar la máxima ejecución, porque la pena que merecía el pecado de Adán, era la pena de muerte.

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Adán y a Eva los encerraron, Caín, Abel y el resto de la humanidad, nacimos en el calabozo, nacimos presos por un delito que no cometimos; y se creó entonces un refrán que decía:

«Los padres se comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera».

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Esto quiere decir que Adán y Eva fueron los que pecaron y nosotros estamos aquí sentenciados a muerte por lo que ellos hicieron.

Moisés introduce una ley, que es la que le da patenticidad a los pecados, y ahora vienen los pecados que se venían cometiendo desde Adán para acá.

Pero no eran pecado, aunque si lo eran, puesto que no había una ley que lo sancionara.

Como no había ley, no eran pecados, aunque sí había pecado en el mundo.

Ahora viene la ley y se introduce tomándose a todos los hijos de Adán con la mano en la masa.

La ley nos presenta ante Dios y nos quiere hacer condenar, porque la ley no vino a justificar, es entonces, donde hace presencia la justicia de Dios.

Porque Dios es justo, y él dice que no tenemos la culpa de lo que hizo Adán.

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Aunque somos fornicarios, ladrones, mentirosos, ya somos otro caso, la ley está presentando otros casos.

Estos cargos son diferentes, y están fuera del caso Adán, no puede incluirnos en esa condenación.

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Pero estamos presos y nadie podía dar la cara por nosotros, porque el que podía ya no estaba.

Pero la justicia de Dios sigue en pie, Dios no es capaz de cometer injusticias, él es justo por naturaleza.

Entonces Dios busca todos los medios habidos y por haber, y lo único que descubre es inventarse otro Adán con características distintas.

Porque el primer Adán era alma viviente, pero este otro Adán es Espíritu vivificante.

Por eso encontramos que Jesucristo desde su nacimiento le tocó andar huyendo.

Porque él aparece como la figura del fugitivo, del que nunca dio la cara, aunque Adán no huyó.

Pero desapareció y después de cuatro mil años, salió una sentencia a punto de ser declarada sobre la tierra.

Allí aparece Cristo como el postrer Adán, perseguido y buscado desde su niñez, pero no podía aparecer hasta que no se llegara el momento preciso.

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Fue así como Jesús fue alcanzado por la ley, él no se quiso defender, él dijo:

«Yo para esto he venido» y lo llevaron a la cárcel, y mientras Cristo entraba y era enjuiciado.

Empezaron a hacer los juicios con los códigos romanos, por lo que no pudieron encontrar delitos en él, según los códigos terrenales Jesús era inocente.

Pero es que Cristo no está en la tierra por un problema terrenal, sino a causa de un delito cometido en el cielo, por una violación de las leyes divina, por lo que se requiere de una extradición.

Cristo en la tierra era inocente, los mismos demonios lo reconocían como el Santo de Dios; ellos se sorprenden cuando ven a uno que viene libre de pecado.

Que no tiene nada que esconder, y tienen que decir «eres el Santo de Dios».

Pero ahora está preso, Pilato dijo: «Hagamos como acostumbrado, liberaremos a un preso y condenemos a otro», entonces colocó a Barrabas que ese sí era malo.

Resulta que Barrabas, en este caso, era la representación de la raza humana, Cristo la representación de Adán el culpable.

Pero el sacerdote dijo:

«No, es necesario que muera uno solo y no que toda la nación perezca, así que suelten a Barrabas, y condenen a Cristo».

Una vez que a Cristo, ya le es sancionada la ley y lo extraditan, se abre el calabozo en el que crecimos encerrados por causa del pecado de Adán.

Pero ahora vino uno a representar a Adán en su delito, allá en el cielo sí que lo hallaron culpable.

Llevándolo al Gólgota le aplicaron la pena de muerte, cobraron el delito de Adán, en Cristo fue castigado el pecado de Adán y no el de nosotros.

Cristo murió, y desde allí para acá, cada quien responde por su propio pecado.

La justificación también alcanzó a todos aquellos desde Adán para acá, que murieron en fidelidad, esperando la llegada de la simiente.

El pecado de Adán no fue justificado, el pecado que es justificado es el nuestro, y se llama La justificación por la gracia.

Pastor: Pedro Torres

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