No por qué, sino para qué

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No por qué, sino para qué

Seamos buenos amigos, a Dios le fascina la gente que es buena amiga, no sea hoy uno y mañana otro, no traicionemos a nuestros amigos, eso no le gusta a Dios, seamos siempre buen amigo en las buenas y en las malas. Trataremos el tema No por qué, sino para qué.

Dios es buen amigo, y a él le caen bien los que son buenos amigos.

Tenemos que ser amigos para las que sea, a Dios le agrada esa gente, a Dios los malos amigos no le caen bien; seamos amigos, ganamos puntos con Dios siendo amigos.

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Seamos honestos; a veces se nos olvida que somos polvo y que cometemos errores, pero Dios todos los días se acuerda de lo que somos, de nuestra condición.

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Ser honesto no significa no fallar, ser honesto es reconocer, decir “sí, yo fui el que fallé”, el que confiesa sus pecados y se aparta, alcanzará misericordia.

¿Sabe por qué David le caía bien al Señor?

Porque era honesto “ese hombre que le quitó la mujer a otro y mandó a matar al marido fuiste tú” y a David no le importó la corona.

Tampoco le importó quién lo viera, no le importó el palacio, a David lo que le importaba era la presencia de Dios.

De una vez cayó a tierra, dijo: “Ten misericordia de mí, oh Dios, conforme a tus misericordias, y conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones y lávame más y más de mi maldad, porque yo reconozco mi pecado”.

Seamos honestos, a Dios le gusta la gente que si nos equivocamos, aprendamos a pedir disculpas, aprendamos a pedir perdón.

Ninguno de nosotros somos grandes, aquí el único grande se llama Jesucristo de Nazaret, el más grande.

A Dios le fascina la gente que dice “Me equivoqué, yo fui, perdóneme, discúlpeme” hay gente que hay que sanarla.

Nosotros siempre esperamos respuesta de por qué nos suceden tantas cosas, porque el tema no es por qué, sino para qué.

Siempre decimos “Por qué esto, por qué lo otro” pero debemos aprender a decir “para qué, para qué estás permitiendo esto Señor”.

Si queremos ganar puntos con Dios, seamos honestos, agradecidos, seamos leales, seamos humildes, porque Dios exalta al humilde, se asocia con los humildes.

Imaginémonos siendo socios de Dios, si él es el dueño del oro y de la plata, de la tierra y su plenitud, del mundo y todo lo que en él habita.

Seamos humildes e inmediatamente nos volvemos socios del cielo.

Tengamos mucho cuidado con blasfemar; blasfemar es atribuirle al diablo lo que está haciendo Dios, y tengamos mucho cuidado con eso.

Porque muchas veces nos suceden cosas y decimos “el diablo” y no es él, puede haber sido permitido por Dios.

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A veces puede haber sido el diablo, pero es que no sabemos por qué le damos tanta importancia al diablo, si el diablo está vencido.

Aquí el que reina y al que se le da importancia es a Jesucristo de Nazaret.

A toda hora que el diablo es malo, no, Jesucristo es bueno, Jesucristo es grande, poderoso, hacedor de maravillas y prodigios, y ni el diablo puede mover un dedo si Dios no se lo permite.

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¿Creemos que los demonios se mandan? No se mueven si Dios no lo permite, el diablo para tocar a Job tuvo que ir a pedir permiso.

Estamos hablando sobre: No por qué, sino para qué.

Job no entendía lo que le sucedía, y decía “¿por qué si yo he sido justo, porqué si he temido a Dios? he dado mis diezmos, echo buena ofrenda, estoy en la iglesia, llevo tanto de bautizado, tengo el Espíritu Santo”.

“¿Por qué mi hijo es enfermo?, ¿Este problema? ¿Por qué estas deudas?» y a toda estamos que por qué, que por qué, pues porque Dios quiere, y queremos como meter a Dios en nuestro cajón.

Pero, nosotros somos los que tenemos que meternos en el molde de Dios, aquí se hace lo que Dios quiera.

Es que queremos tener un cristianismo como los escribas; el cristianismo de los escribas era que como ellos escribían las palabras bíblicas de una parte a otra.

Entonces se la sabían de memoria, era un cristianismo de letra, pero no personal.

Por eso dice la Biblia que Jesús enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas, es que nosotros tenemos que pasar de ser cristianos escribas, a ser cristianos discípulos.

Y los discípulos es a los que les toca sufrir, los discípulos les toca llevar madera, eso es ser discípulos.

Porque este glorioso evangelio va con cruz “Quien quiera seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.

Algunos dicen: “Hermano es que el diablo me tiene con esto” si lo hizo el diablo es permitido por Dios, y a veces puede ser Dios mismo.

En oportunidades Dios quiere que pasemos por el desierto, o no se encontró Moisés con Jehová fue en el desierto, y lo que le pasó a Job, aunque era el diablo, era permitido por Dios.

Querido amigo y hermano, lo que nos esté pasando es permitido por Dios, tenemos que aprender es a decir ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Gracias Señor!

Porque a los que amamos a Dios todas las cosas nos ayudan a bien.

Pastor: Juan Carlos Soto

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