Tome su cruz cada día y sígame

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Tome su cruz cada día y sígame

Tome su cruz cada día y sígame, palabras dichas por el Señor Jesús a sus discípulos cerca de la hora de su sacrificio, las hemos escuchado en enseñanzas, prédicas y en más de una ocasión, las hemos trillado y engullido al leerlas una y otra vez.

Es posible que también se hayan vuelto frases de uso, que los recitamos elocuentemente sin que causen el efecto que contienen en su verdad interior.

Hago la salvedad, me había pasado a mí, hasta hace poco que me detuve precisamente en ese «CADA DÍA», me llamó la atención y es por eso que hoy decido escribir tal consideración, espero sea de ayuda al crecimiento de la vida espiritual de cada lector.

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El Señor, hablando desde el peso que sentía al acercarse su muerte en la cruz, se dirige a sus discípulos y los reta desafiantemente, les relató a éstos, de sus padecimientos sin detallar, los detalles se pueden leer en Isaías 53, desechado por los ancianos conocedores de la ley de Moisés y los profetas, que ignoraban las escrituras y el cumplimiento de ésta; y de su muerte.

Este hecho, el de su muerte para los discípulos era ajeno, ellos desconocían en totalidad como sería su muerte y los padecimientos que con esta vendrían; estaban a punto de saberlo.

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La cruz del Señor aparte de la nuestra, tenía todo el peso del pecado de la humanidad, grande peso, razón por la cual el padecimiento no era cualquier cosa.

Iré a la cruz por tus culpas, iré a dar mi vida por la tuya, derramaré mi sangre inocente para limpiarte de tus pecados, me ofrecerá en sacrificio a cambio de tu paz.

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Esta era la cruz de la que Jesús en aquel momento hablaba. El Señor habló de su cruz e invitó a sus seguidores a tomar la cruz que se necesita llevar por amor de Él.

A otros les dijo que no tenía donde recostar su cabeza siquiera, habló de un yugo y de una carga.

La cruz de hoy es una cruz que implica sacrificios donde nos tenemos que negar a nuestros deseos, a nuestros gustos y nuestra voluntad.

Pero escasas veces queremos padecer por el Señor, hoy nos gusta la comodidad, el confort, la buena vida, el descanso, el poco compromiso, las pocas responsabilidades y si nos es posible: nos negamos. ¿Cierto que si?

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Hoy en día no padecemos hambre, desnudez, persecución o filo de espada, amenazas, ni los padecimientos de ayer.

Pero hay un verdadero compromiso con la cruz que hemos de llevar, ¿Será nuestra abnegación totalmente genuina?.

¿Somos capaces de renunciar a nuestra comodidad por servir con total entrega al Señor?, ¿Somos los que cada día al despertar, miramos la cruz propia de nuestras perezas y evasivas.

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Las echamos a un lado y montamos al hombro nuestro compromiso, para seguir con firmeza el anhelo de la salvación?

¿Somos capaces de dejar lo que atesoramos para brindarnos al Señor?… Ojalá que sí.

Esto de llevar mi cruz con altura y determinación, hay que hacerlo cada día, sin reclamos, sin exigencias, sin excusas, sin esperar más que la satisfacción de llevar la cruz que se me pide.

El Señor vio el fruto de la aflicción de su alma, luego de sus padecimientos y quedó satisfecho.

Esperemos el galardón por la obediencia de la cruz que hemos de llevar cada día.

Recuerde: Tome su cruz cada día y sígame.

El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo

Por: Yesid Becerra

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