Una cita con la muerte nos tocará a todos

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Una cita con la muerte

Cualquier cita se puede aplazar, remplazar, incumplir, pero hay una que no da espera y que es inevitable, en cualquier momento esta cita nos toma por sorpresa y cada día que pasa se convierte en un milagro por no asistir, aunque otros se nos adelanten y vayan al compromiso primero, tarde o temprano todos tendremos una cita con la muerte.

Hubo un hombre que la Biblia lo llama «El Rico» que gozaba de una calidad de vida distinta a muchos.

Con oportunidades, privilegios, dinero, imagen, presentación que no todo mundo goza; hacía banquete con esplendidez y se vestía con trajes de purpura y lino fino.

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Además hubo también otro hombre a quien se le llama «Lázaro» de estrato social menos cero, de profesión mendigo (pordiosero).

Vivía de la caridad pública, tenía una enfermedad terminal ya que poseía una llaga incurable en su cuerpo y sus acompañantes eran unos perros que venían de visita y le lamían las llagas.

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Una cita con la muerte nos tocará a todos.

Para este hombre no había un lugar cómodo, pues estaba sentado en el suelo mendigando, y para agregar a su estado estaba en lamentables condiciones.

Con un cáncer que lo estaba consumiendo, que por sus limitaciones tuvo otra calidad de vida muy distinta.

Condiciones de ambos

EL RICO LÁZARO
Gozaba de la mejor canasta familiar para realizar los banquetes a diario Sólo observaba, como las migajas de pan caían
se llenaba de lo mejor que compraba Sólo se saboreaba de las migajas
En la mesa con sus amigos Tirado en la puerta, ni siquiera de invitado
Sus amigos de condición económica de su mismo nivel Sus amigos eran perros que lo acompañaban en medio de su enfermedad
Con vestidos de color purpura y de lino fino, lo mejor y más costoso de la época. Con harapos viejos en una condición demasiado baja.

 

Estos dos personajes tuvieron una cita con la muerte, enfrentándose ante una realidad.

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El rico fue sepultado quiere decir que fue con lujos: carro fúnebre, ataúd lujoso, carteles, el pueblo y amigos asistieron a su funeral, coronas, flores, anuncios en los medios de comunicación de la época.

En cambio Lázaro por su condición, no hubo para él ni letreros, ni carro fúnebre, ni siquiera amigos porque no los tenía.

Y si tendría alguno, se daría cuanta después de varios días que habría muerto; no hubo tanto escándalo para su entierro.

Al rico únicamente sus mejores amigos de banquete, le acompañaron hasta la tumba, toda la fortuna que tuvo en vida, no pudo llevársela.

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El mendigo paró de sufrir y todas sus tristezas, enfermedades y los perros los dejo aquí.

Ninguno de los dos se llevaron algo de este mundo, porque no hay muerte con trasteo.

Después de muertos cada uno ocupo un lugar en la presencia de Abraham: El rico en lugar de tormento y Lázaro en el seno de Abraham separados de un abismo.

El rico deseaba no un vaso ni un botellón con agua, sino que Lázaro mojara la punta de su dedo en agua para refrescar su lengua a causa de su resequedad que tenía.

Después de muertos todo cambió para estos dos personajes, porque el rico siembre veía hacia abajo y Lázaro alzaba sus ojos hacia arriba para poder ver al rico.

En cambio ahora El rico alzando sus ojos vio a Lázaro en el seno de Abraham; la realidad era otra.

La vida después de la muerte tiene un trasfondo totalmente diferente, ahora se ve a Lázaro (ayudado por Dios) mirando desde arriba hacia abajo al rico que se encontraba en un lugar de tormento y con un gran abismo en la mitad.

Esta es la realidad de la historia analizada desde un punto de vista lógico y neutral donde los protagonistas tuvieron una cita con la muerte y después recompensados.

El rico puso su confianza en las riquezas de este mundo, mientras Lázaro puso su confianza en Dios.

Vale la pena enfatizar que no fue al lugar de tormento por ser rico, ni Lázaro por ser pobre al seno de Abraham.

Sino que el rico se ocupó de las cosas materiales y temporales de esta vida; mientras que el mendigo todo el tiempo estuvo “dependiendo del Señor”.

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El rico buscó más el dinero para vivir bien aquí, sin saber que después de muerto iría a sufrir a un lugar de tormento; lo contrario de Lázaro que fue «ayudado por Dios».

Hoy en día existen varios estratos sociales, pero Dios a todos nos ama por igual, sin diferencia alguna.

Unos viven como el rico y otros como Lázaro, unos aman las cosas de este mundo y viven muy cómodos con privilegios, gozan y disfrutan de cosas materiales que se pueden dar porque tienen dinero.

Mientras que otros viven como el méndigo ganando un mínimo de sueldo, el dinero no les alcanza, las limitaciones son muchas.

No pueden alcanzar algunos privilegios por las mismas condiciones económicas y laborales porque simplemente no hay dinero, no hay las mismas ventajas.

Cada oportunidad se escapa por la falta de los recursos.

Igualmente como el rico hoy en día, existen seres humanos que tienen las cosas materiales en primer lugar, no tienen tiempo para Dios, cuando lo necesitan es que se acuerdan que existe.

Viven una vida dedicada al placer, diversiones, al trabajo y son esclavos de las cosas de este mundo, lo único que les interesa es: vivir de apariencias, vestir bien, mantenerse a la moda, comer y dormir bien.

El qué dirán les preocupa, es más significativo las amistades, los grupos de amigos que darle un lugar importante para Dios, que en verdad, será lo que contará en el día postrero.

Dios no está en su agenda semanal y no hay lugar ni tiempo para dedicar a quien todo el tiempo los cuida y los guarda.

Pero existen personas como Lázaro, que no gozan de cosas en esta vida, son personas que dedicaron parte de su vida a servirle al Señor su creador.

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Todo no es trabajo, diversiones, placeres, sino que se acuerdan de Dios, dan parte de su tiempo para escuchar su palabra y estar en la iglesia.

No gozan de cosas materiales, las limitaciones son muchas, pero, lo que si queda claro es que entregan sus vidas al Señor.

Dedicaron y rindieron lo mejor de ellos al creador y salvador de sus almas en medio de la enfermedad, el sufrimiento y todo lo demás.

Pero ahí están glorificando, adorando y siguiendo al Señor de gloria.

Los dos tuvieron una cita con la muerte, ninguno se escapó, a cada uno le llegó el momento.

Igualmente toda la raza humana está citada, a diario la muerte nos visita, aun estando en la casa.

Seguramente atravesando una avenida, todos los días convivimos con ella, en medio del día hay peligros y nos esta avisando que en cualquier día o en cualquier hora tendremos la cita.

Puede ser que nos entierren con honores, tal vez para otros no habrá un féretro, ni una buena tumba, puede ser que asistan muchos a nuestro sepelio, pero puede ser que no.

Lo cierto es que después de muerto viene una realidad, de la que nadie se puede escapar.

Es cuando lo que dejamos de hacer aquí ya no se podrá hacer y no será tiempo para reaccionar, porque es ahora que estamos en vida que podemos hacer algo.

Créalo o no, después de muerto, tendremos una cita con Dios y allí seremos juzgados para bien o para mal, para salvación o para vida eterna.

Es mejor que no tengamos que esperar a que ocurra, ahora es el tiempo de buscarle, no habrá oportunidad para hacer cosas que quedaron pendientes

Si alguien se levantara después de muerto y nos dijera que sucede después, seguramente ni se le creería.

Porque así es el ser humano, aunque se le advierte sin embargo es contrario a las cosas de Dios, pero lo mejor es escuchar y obedecer.

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Muchas personas han dicho haber tenido experiencia con la muerte, y hasta dicen que han ingresado por un túnel.

Pero han vuelto de nuevo a la vida y ni aun así, se percatan de acercarse al Señor, ni se arrepiente.

Gracias a Dios por las comodidades que se tengan, pero hoy te invito a no aferrarnos a este mundo, porque el mundo pasa y sus deseos. 1 Jn. 2:17.

Contamos con el tiempo presente, dentro de los próximos minutos no sabemos si Dios nos dé la oportunidad de seguir viviendo, tal vez mañana sea tarde para buscarlo.

El hoy es nuestro, el después, no lo sabemos.

Ahora que estamos en vida tenemos todo para arrepentirnos y acercarnos a Dios, estamos disfrutando del mejor tiempo.

Por: Leonel Muñoz

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