El Dios que se deja hablar

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El Dios que se deja hablar

Sepamos que tenemos el Dios que se deja hablar y que él es comprensivo y bueno con aquellos que se le acercan con corazones ingenuos y confiados.

Meditando en la vida de los hombres de Dios a través de la historia, uno se encuentra frente a un hecho incuestionable: Tuvieron una fe, una confianza inquebrantable en la Palabra de Dios.

La vida de Abraham fue marcada por un hecho trascendental «Le creyó Abraham a Dios…»

Pero unida a esta realidad, descubrimos de forma axiomática la otra; cada vez que un hombre quiso hacer lo bueno, cada vez que quiso saber la verdad trascendental, Dios se hizo presente.

La Biblia afirma que «Él fue afligido en toda aflicción de ellos«.

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Dios es la verdad que acompaña a los líderes de antaño y se convierte en motor de sus acciones y guía en su camino.

Dios programó la salida y las paradas de Israel en el desierto: «La columna de nube, iba con ellos de día y la columna de fuego iba delante de ellos de noche…»

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El Dios que se deja hablar.

Moisés consultó cada detalle del plan, cada paso del camino fue Dios quien le aclaró las dudas cuando éstas surgieron, Moisés preguntaba a Dios y esperaba respuesta.

Fue la de ellos una relación confiada y cerrada. Cuando estaban a punto de perecer entre el mar y los egipcios, Dios insta a su líder a actuar, a proceder con seguridad y audacia porque Él iba a estar delante de ellos, y ellos verían la gran salvación de Jehová.

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Poder hablar con Dios como alguien habla con su compañero, tener la confianza de expresar la forma de pensar de uno, en la seguridad que Dios no está ahí para apabullarlo, es una experiencia más que enriquecedora.

  • El diálogo de Abraham con Dios por las ciudades de Sodoma y Gomorra.
  • La discusión de Dios con Moisés sobre su plan el día que lo llamó.
  • La charla más que franca de Dios con Ananías, cuando lo envió a ministrar a Pablo.

Son testimonios históricos que han quedado en el archivo para que todos los que leemos este libro sagrado, sepamos que con Dios e puede hablar y que Él es compresivo y bueno con aquellos que se acercan con corazones ingenuos y confiados.

Uno descubre que la fortaleza de los hombres de Dios era esa convicción:

  • Jehová está conmigo como poderoso gigante. Jer. 20:11
  • Alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro?; Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielo y la tierra. Sal. 121:1-2.
  • El Señor es mi ayudador. Heb. 13:6.
  • Si Dios es por nosotros. ¿Quién contra nosotros?. Rom. 8:31.
  • A Jehová he puesto delante de mí, porque está a mi diestra no seré conmovido. Sal. 16:8.

Ese Dios real aunque invisible es el que descubrimos como sustentador del ministerio de los profetas. Dios es una constante.

Moisés expresa un pensamiento muy diciente y determinante «Si tu presencia no ha de ir conmigo…» Ex 33:15, pero Él no falló.

En el caso de Samuel dice Biblia que Dios no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. 1 Sam 3:19.

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El respaldo que Dios ofreció a sus enviados es garantía de lo que se puede hacer, ya que Él es inmutable y no hace acepción de personas.

No es menos importante lo que observamos en el Nuevo Testamento:

«Y muchos milagros y señales eran hechos por los apóstoles». Hech. 5:12

«Y el Señor confirmaba la palabra con las señales que le seguían». Mc 16:20.

«Y ellos saliendo, predicaban en todas partes ayudándoles el Señor». Mc 16:20.

Leer el libro de los Hechos, es encontrarse con una iglesia respaldada por el Dios todopoderoso.

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La obra misionera del primer siglo es un fruto indiscutible del accionar del Espíritu Santo; Dios demostrando su interés y complacencia por medio del respaldo que ofreció a los obreros que obedecieron el llamado.

Hemos visto y leído del avivamiento que comenzó en el Pentecostés, y que no ha terminado por más de dos mil años; Dios ha sido la clave.

Él ha estado disponible. Todo hombre que se ha puesto a su disposición ha encontrado que el respaldo de Dios es seguro.

La gente de hoy no tiene alternativa; Dios es la respuesta.

Jesucristo dijo: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Mt. 28:20.

Los que hemos ministrado estos últimos tiempos, podemos confirmar que el poderoso Espíritu de Dios sigue siendo garantía de éxito.

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por lo siglos

Pastor: Alvaro Torres

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