La desobediencia del hombre

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La desobediencia del hombre

Dios desde la prehistoria mostró un interés de darle muchos bienes al ser humano, este programa lo vemos reflejado en la historia que comenzó en el Edén con la desobediencia del hombre.

Adán fue colocado en un lugar dotado de todo esplendor humano, poseía muchas cosas especiales, físicas y espirituales, cuáles a su vez disfrutaba de una comunión única con Dios, la cual no le impedía su libre albedrío ni su voluntad.

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Con esto demuestra que a él se le abrieron dos caminos, los cuáles él determinaría cuál de los dos escoger.

Si escogiere el camino del bien seguiría viviendo tal cual como venía anteriormente; pero si escogiere el camino del mal quedaría a la disposición de muchas consecuencias negativas.

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Consecuencias de la desobediencia del hombre

Como él escogió el camino del mal, las consecuencias no solo lo marcaron a él, sino a toda la historia de la humanidad.

Luego que se vio rodeado de castigo Dios no se quedó quieto, sino que buscó una forma para volver a rescatar al hombre desobediente.

Si miramos el pueblo de Israel, que Dios los sacó de la esclavitud de Egipto y los introdujo a una tierra que fluye leche y miel, ellos nunca aprovecharon el programa que Dios tuviera para con ellos.

Más bien se volvieron murmuradores, querellosos, pensando que ellos se merecían todo lo que Dios les había dado y hacía con ellos, y eso los llevó nuevamente a que Dios escogiera otra idea, y es de lanzarse a los gentiles para escoger de ellos un pueblo para su nombre.

Por ello, el evangelista objetó cuando dijo: que “Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, esto concuerda con:

  • La parábola del hijo pródigo.
  • La de la moneda perdida.
  • Y con la parábola de las cien ovejas.

Que según esta parábola, dejó las noventa y nueve y se lanzó a un desierto deshabitado a buscar la perdida, la “cual simboliza la raza humana”.

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Cuando entendemos este proceso, nosotros como iglesia deberíamos mantener una postura de obediencia, tratando de buscar la forma de agradar al Señor, no solamente por sus bendiciones sino por el amor que tuvo para con el hombre perdido.

Esto concuerda con lo que el apóstol Pablo le dijo a los Filipenses en 2:14-15.

«Que debemos permanecer sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo».

Si nosotros como gentiles no aprovechamos esta oportunidad, Dios seguirá escogiendo en las próximas generaciones venideras gente que le obedezcan, le veneren, que le adoren y que le sigan.

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Porque el programa de Dios continuará, hasta llegar a la cima, que es el máximo esplendor de su propósito para con la humanidad.

Eso fue lo que pretendió mostrarle Jesús a sus discípulos:

  • Pedro
  • Jacobo
  • Juan

Cuando subieron al monte de la transfiguración, vieron en la cima del monte lo que no se veía en lo plano.

Ellos se quedaron asombradísimos y no quisieron regresar más a la planicie, más bien quedarse en la altura con el Señor.

Conclusión

Dios desde Adán quiso habitar siempre con el hombre en el paraíso, pero desgraciadamente el ser humano lo traicionó mostrando la desobediencia del hombre a Dios y obediencia a un extranjero.

Luego, el pueblo de Israel después que lo libertó de la esclavitud de Egipto, no le glorificó como a Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron como si ellos se lo hubiesen merecido.

Nosotros los gentiles, llamados: “La iglesia del Señor” tenemos que tener pendientes estos dos principios anteriores, para que no nos suceda igual a ellos.

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Por esta razón el escritor a los hebreos nos amonesta en el capítulo 3:15.

“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”.

“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”. Hebreos 10:26-27.

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Escrito por: Carlos Oyaga

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