Cómo ser instrumentos de Dios

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Cómo ser instrumentos de Dios

Cuando entendemos cuál es el propósito de Dios y entendamos para qué Él nos llamó, no tendríamos que estar en un púlpito aplastando un mensaje que otro predicó. Hablaremos de «Cómo ser instrumentos de Dios».

Todo lo que nosotros necesitamos para llegar al final de la jornada lo tiene el Señor a través de su palabra.

En esta palabra hay sanidad para el enfermo, hay fuerza para el débil, hay luz para el que esté en tinieblas desorientado y que no sepa para dónde ir.

La palabra de Dios es la que muestra el camino a seguir, para que el que no tenga refugio se le abra una puerta.

Jesucristo es el camino y la puerta, porque en él estamos completos y no nos falta nada.

Alguien le dijo a Juan el bautista: “Aquel de quien tú predicabas y anunciabas, del que hablaste que venía detrás de ti, ahora todos le siguen y van tras él”.

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Pero Juan fue muy claro y respondió: “Quiero que les quede claro, yo soy terrenal, soy de aquí igual que ustedes, pero lo que no han alcanzado a entender del mensaje, es que el que ustedes quieren poner a celo, viene de arriba, y como viene de arriba es sobre todos, incluyéndome a mí”.

Juan siempre entendió cual era su posición, que era un instrumento de Dios.

Muchos prejuicios se irán de nuestras vidas, cuando entendemos eso, entonces seremos felices y nuestro gozo será cumplido.

No compitamos con nadie en la iglesia, no sudemos camisa ajena, que no te de celos que Dios use a otro y que haya derramamiento del Espíritu Santo.

Algunos le dijeron a Juan “Él tiene algo que tú no lo tienes” y Juan responde: “Estoy de acuerdo, yo bautizo en agua».

(Porque hasta ahí llegamos los pastores, porque no es difícil bautizar en agua).

«Quiero que les quede algo claro, el que viene ahí, cuyas pisadas se sienten, él tiene un bautismo que no le es dado a ningún hombre tenerlo, él tiene el Espíritu Santo para bautizar».

Mucha gente se sacude la cabeza y no cree que el Dios eterno se manifestó en carne.

Ven como humillación extrema que Dios se hubiese hecho semejante a los hombres.

Eso lo ven como muy bajo y dicen “Esto es imposible”.

Pero para los que nos ha sido revelado, este grandísimo misterio, en vez de producirnos lástima, nos causa admiración, verlo, contemplarlo en el esplendor de su grandeza.

Pero una de las características de él, es que es manso, humilde de corazón, sencillo, ese es el Dios nuestro.

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El día que a nosotros nos asignen a hacer aseo en la iglesia con cinco personas, pero los cuatro no vayan.

Si empezamos a hacer el aseo a regañadientes y a renegar, es porque no hemos entendido todavía que es ser instrumento de Dios.

Pues si no vinieron, nos tocó solos, pero dejemos que el gozo que Cristo quiere ver en nosotros se cumpla.

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Todo lo contrario, en vez de renegar, cambiemos esa murmuración y esa querella por una alabanza.

Y si no nos tocó el micrófono, pero nos tocó el trapero, sirvamos a Dios con gozo y alegría.

Muchas veces no estamos contentos en donde Dios nos ha puesto, hay momentos donde estamos incómodos.

Hay un síndrome que nos ataca, y se llama síndrome de posición, «cómo nos gusta una posición».

Y a muchos se nos hace la boca agua cuando vemos a otros con cargos que no tenemos.

Pero hay gente que son más felices que muchos que se suben al altar, lavando un sanitario, porque ese instrumento ha entendido qué es servirle a Dios.

En la iglesia hay gente que se irán a la tumba y nunca subirán al altar.

Pero hablemos con ellos, acerquémonos a ellos y nos sorprenderemos.

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Ellos tienen más gozo en su corazón que los que tienen cargos y posiciones altas dentro de la iglesia.

Porque son instrumentos que han entendido que sirven a Dios orando e intercediendo.

Hay gente que les apasiona levantar las manos en la madrugada y orar por otros, que hermoso es eso, que bello es entender que somos instrumentos de Dios.

En la vida cristiana nadie compite –¿Con quién corremos? -¿A quien le vamos a ganar aquí?

Si aquí hay uno solo que es primero y es ultimo al mismo tiempo.

Seamos instrumentos de Dios solamente, seamos eso y nos iremos tranquilos a la tumba.

Pastor: Adriano Mier

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