El día de buenas nuevas es hoy

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El día de buenas nuevas es hoy

A veces Dios hace maravillas al lado de la gente y no saben de dónde viene la victoria; hoy hablaremos sobre: El día de buenas nuevas es hoy.

“Bienaventurado todo aquel que reconoce que su firmeza, que su estabilidad y que su victoria viene del padre de lo alto”.

Los leprosos observaron y consideraron un tremendo milagro que no supieron cómo se dio, que no vieron a Dios moviéndose, pero les entregó un campamento para ellos, un motín, es decir, les cambió la vida.

Horas antes se estaban muriendo, estaban mal olientes, hambrientos, medrosos, pero se arriesgaron, porque el reino de los cielos sufre violencia, lo arrebatan los valientes.

Dijeron: “Vamos al campamento de los sirios, si nos dieren la vida viviremos, si les place tener misericordia viviremos, si hayamos lástima en sus ojos viviremos y si nos quieren matar igual ya estamos muertos”.

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Y cuando los recursos humanos se agotan en su totalidad, entonces Dios abre los cielos y envía recursos.

Los recursos de Dios jamás han fallado, jamás han escaseado, no ha habido ni habrá un ser humano en el mundo que haya fracasado teniendo a su lado el bienestar y los recursos de Dios. El día de buenas nuevas es hoy.

Por eso le amamos, por eso permanecemos hasta el día de hoy y de seguro mañana seguiremos anunciando sus virtudes porque él ha sido bueno.

La ciudad de Samaria en el tiempo del profeta Elías, era la capital del reino del norte.

El reino de Israel se dividió después de la muerte de David, y después de su muerte gobernó Salomón y terminado su gobierno hubo un problema político que fracturo el gobierno en dos partes.

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10 tribus se dividieron, cogieron al norte y las otras dos fueron hacia el sur, la tribu de Judá con la tribu de Efraín.

Y se levantaron dos gobiernos de un solo reino dividido, una de ellas puso a Jerusalén como capital, fue la capital del reino del sur y Samaria se convirtió en capital del reino del norte.

En los tiempos cuando Samaria era autosuficiente según ellos por su seguridad, la ciudad fue ubicada en una montaña.

Donde era muy difícil seguir y conquistarla, sus murallas eran impenetrables, eran fortificadas poderosamente.

Pero un día cuando los samaritanos tenían Ben-adad como rey, la esposa lo incitó a que dejaran de adorar.

Tributar, que dejaran de rendir culto al Dios que les había dado la vida e hiciesen templos y altares a Baal.

Jezabel convirtió la ciudad en una ciudad idolatra y Ben-adad siguió la corriente de su esposa. Y cuando el pueblo se separa de Dios solo le espera el caos.

Cuando la gente se desliga de Dios no tiene buen futuro, el fracaso del hombre es alejarse de Dios.

La victoria segura para un pueblo, una nación, iglesia y familia, es estar entrelazado en espíritu y cuerpo con el Dios que hizo el mundo.

En él vivimos, en él somos, en él hay firmeza, en él hay estabilidad y sin él nada podemos hacer.

Dios envió los sirios, acordonaron la ciudad, miles de hombres armados que superaban en número a los samaritanos, hombres diestros para la guerra.

Es importante recordar que este era uno de los reinos más fuertes, los sirios eran implacables.

Y sitiaron a Samaria y cerró sus puertas, pero era una ciudad riquísima y comenzaron a desabastecerse y comenzaron a consumir sus riquezas y el caos comenzó a penetrar la ciudad.

Cuando comenzó a escasear la canasta familiar, también comenzó a desencadenarse la violencia interna, el agua era muy poca en Samaria, porque allí no había fuentes sino cisternas.

La ciudad comenzó a consumir lo que tenía, los problemas políticos comenzaron a gestarse.

Se fueron levantando vándalos y grupos de personas armadas a tal punto que asesinaban a alguien por cualquier trozo de pan.

Lo más triste es que no había control interno, se fue acabando todo.

Los mercados se fueron cerrando, los suministros de alimento fueron mermando poco a poco y solo quedaban los animales inmundos como perros y gatos.

Todo fue mermando y solo quedaban las bestias como mulos, burros, camellos y todo eso lo fueron consumiendo.

No había trigo ni cebada, solo una hortaliza que botaba un aceite de mala calidad al cual se le llamaba estiércol de paloma y se vendía en un precio muy alto y había abundancia de dinero, pero no había alimento.

Las madres se decían: “Matemos a tu hijo esta noche y comamoslo mañana, y pasado mañana matamos al mío y lo comeremos también”.

Una cosa es leer el texto y otra cosa es meterse en una situación tan crítica como esa donde el dinero no salva.

El oro no salva, los títulos no salvan, los vestidos lujosos no valen, los carros lujosos no tienen ningún valor, todo pierde valor.

Y peor aún, solo hay hambre y esa autoestima se va a pique, donde se venden los cuerpos para abusos sexuales por cualquier bocado de pan.

Donde el rey está en su trono bien vestido pero hambriento y llega una mujer y le dice:

“Sálvame rey y él le dice: el granero esta vacío, el lagar no tiene aceite, no tengo nada que darte, si el Dios del cielo no te salva, yo tampoco puedo hacerlo”.

Solo había llanto, clamor y gemido, pero en la parte de afuera estaban los exiliados, los repudiados.

Los cuatro leprosos que nadie quería, los mal olientes, los que solo tenían harapos pegados a la piel llenos de pugs, gente que no tenía nada.

Los leprosos después de oír tanto llanto y saber que les esperaba pocos días, comenzaron a socializar entre ellos, dijeron:

“No podemos quedarnos aquí, moriremos de hambre, tenemos que buscar una solución, sería un fracaso podrirnos aquí con los brazos cruzados”.

Se dijeron el uno al otro: “Si intentamos entrar a la ciudad no podemos porque está prohibido, no tenemos fuerzas, somos el asco de ciudad, además allá no hay nada bueno, solo muerte”, y miraron hacia el frente donde estaba el desafío.

De seguro cuando acá moría alguien, los sirios hacían banquetes y sus vientres estaban llenos y los leprosos dijeron:

“Vamos al campamento de los sirios, vamos a enfrentar a aquellos que nos han avergonzado”.

Prendieron la marcha, cuando la noche se apoderaba de Samaria y cuando ellos daban un paso hacia los sirios, Jehová se bajó de los cielos y caminaba con ellos. El día de las buenas nuevas es hoy.

Y cada que ellos caminaban, Jehová pisaba el desierto y la tierra temblaba, el temblor era tan fuerte que les sacudía las tiendas a los sirios.

Lo que la gente desconoce es que este Dios de nosotros no se duerme, él se mueve, trabaja.

Actúa, mueve caminos, desata cadenas y da la victoria a su pueblo en el momento preciso; el día de buenas nuevas es hoy.

Los leprosos iban con miedo porque no era fácil, los sirios sintieron un estruendo de ruedas, se asustaron y se fueron huyendo.

El impío huye sin que nadie lo persiga, pero hay momentos en que Dios persigue al impío para darle la victoria a su pueblo.

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Y llegaron al campamento de los sirios sin armas, sin estrategias militares, sin carros de guerra, solo con unos harapos puestos, que bueno es Dios para que sepamos que la victoria es del él.

Entraron en una tienda y no había ni un solo enemigo, ni amenaza, encontraron vestidos, comida cuatro leprosos metidos en mundo nuevo.

Se desatan a comer y se ponen vestido de reyes y se miran el uno al otro y se dicen: “Pareces un príncipe”.

Esa noche no era una noche de muerte para ellos, era una noche de victoria, pero oían a lo lejos un quejido, un lamento, entonces les cambia el corazón, de pronto escuchan el dolor.

Se dijeron el uno al otro: no estamos haciendo bien, porque este día, “Es día de buenas nuevas”.

Y se dijeron: «Vamos pues a la puerta del rey y digamos que hay pan caliente, carne fresca, que los enemigos ya se fueron».

Cuando nuestra lepra corrompía nuestra alma él nos dio la vida, él le quitó el botín al tirano e hizo una tienda maravillosa llena de riquezas gloriosas.

Nos quitó los harapos, nos dio nuevos vestidos, nos vistió de su gracia y ahora no estamos como leprosos, sino como príncipes; el día de buenas nuevas es hoy.

Pero todavía se escucha el clamor de la Samaria contemporánea de este tiempo, pero no estamos haciendo bien, hay que hablar el día de buenas nuevas es hoy.

Que se sientan a la mesa donde comemos nosotros, que se acabe el hambre espiritual que hay en ellos, hoy es día de buenas nuevas y nosotros callamos.

¡No cayes!

Pastor: Omar Alvarez

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