Evidencias que hacen del evangelio una realidad

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Evidencias que hacen del evangelio una realidad

Existen evidencias que hacen del evangelio una realidad y este es el tema que abordaremos el día de hoy.

Evidencia es una palabra muy conocida; cuando alguien es acusado de algo, puede pedir evidencias para que se demuestre si es o no culpable, en el derecho es muy utilizada, los jueces y abogados trabajan con evidencias.

Los criminalistas para poder resolver las situaciones de robos y crímenes, trabajan buscando evidencias y hay muchos medios de conseguirlas.

La palabra evidencia significa certidumbre patente, clara y perceptible de una cosa que nadie racionalmente puede dudar de ella.

Hablaremos hoy de cosas que conocemos, pero lo ideal es que el lector se dé cuenta las razones por las que estamos aquí, por las que hablamos de este evangelio, por la que nos gozamos siendo cristianos.

Esas cosas que para muchos son fuera de la lógica humana, pero para nosotros son muy reales y sabemos que cielo y tierra pasarán, pero lo que Dios nos ha dicho es real

Cuando Cristo vino a la tierra ya en la Biblia habían escritos acerca de su manifestación, ya con muchos siglos de antelación.

Unos hombres llamados profetas habían anunciado que se manifestaría un salvador al mundo.

Y que entraría a Jerusalén en un pollino, 700 años antes y nacido de una virgen estaba la profecía.

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La Biblia declara, que una noche mientras el mundo dormía, así como en la actualidad pasa, se oyó una voz un coro celestial que decía: «Gloria a Dios en las alturas».

Esa es una de las evidencias que hacen del evangelio una realidad, Moisés lo había anunciado, los profetas también, y en un humilde lugar nació el salvador.

Empezó su ministerio y un día fue al Jordán para ser bautizado por Juan, un hombre que tenía muy clara su labor,

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” Mateo 3:11.

Juan no conocía a Jesús, nunca o había visto, pero le día que lo vio a lo lejos dijo:

“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”

Cuando se acercó Jesús a Juan, este se negaba a bautizar a Jesús, diciéndole que debía ser él quien lo bautizara, Juan no se sentía digno de bautizar al ser más grande que había llegado a la tierra.

Pero Jesús le dijo: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó” Mateo 3:15.

Jesús empezó a anunciar el evangelio, pero acompañado de obras, de señales y prodigios, no fue un evangelio simplemente para que todos creyeran.

Cuando la gente llegó a Cristo era porque veían que había realidad, sabían que tenía un poder sobrenatural, con el que los enfermos eran sanos y los muertos resucitados.

Cuando Cristo resucitó y fue a los cielos, les dejó ese ministerio a sus apóstoles, diciéndoles que esperaran ser llenos del Espíritu Santo, Le dejo dicho que habría señales que los seguirían.

Esta iglesia ha palpado evidencias que hacen del evangelio una realidad.

“En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”  Mateo 16:17-18.

El apóstol Pedro y Juan, subían al templo a orar y en la puerta había un hombre cojo, y ellos le dicen que de lo que tenían le daban, el hombre fue sano.

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El evangelio ha traído para nosotros cosas del cielo, por eso, esta iglesia alaba y le dice, ¡santo!

Pero no hay imágenes en los templos, por eso aplaudimos su presencia y no se ve a nadie, hablamos con alguien que no vemos.

Hay quienes pueden ver esto como locura, pérdida de tiempo y muchas otras cosas.

Pero en medio de nosotros, en nuestra casa y a donde vamos sentimos su presencia, no es locura, esta iglesia tiene evidencias que hacen del evangelio una realidad.

Esa presencia majestuosa que se mueve en nosotros no hay con que compararla, nada se asemeja a su grandeza.

Muchos creen que estar en la iglesia es para huir a los males como el cigarrillo, el alcohol y más drogas o para no hacer cosas malas como robar o matar.

No estamos por eso, nosotros estamos porque nos encontramos con un Dios grande que nos mostró su gloria y derramó sobre nosotros de su poder extraordinario, nos transformó y hoy somos nuevas personas.

Por eso, con orgullo alzamos nuestras manos y adoramos, porque sabemos, tenemos evidencias que nuestro Dios es el único Dios.

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“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” Romanos 1:16.

Tenemos lo más grande, lo más maravilloso, la presencia más sublime en medio nuestro, tenemos evidencias de esta verdad.

Pablo pensó, que acabaría con este evangelio cuando apedrearon a Esteban y arrestaba hermanos y a otros los hacia blasfemar.

Se olvidó que este evangelio tiene promesas: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.  Y Dios cumple sus promesas.

“Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.

Estamos plenamente convencidos de lo que tenemos, de donde estamos y de lo que sentimos.

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Esto es del cielo y es real, somos testigos del poder y las maravillas de Dios, cada uno de nosotros sabe y tiene en su vida evidencias que hacen del evangelio una realidad.

Pablo, en ese entonces llamado Saulo, iba de camino y de pronto un rayo más fuerte que el sol aparece y escucha una voz que llama a su nombre y le pregunta por qué lo perseguía.

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Dios se le atravesó en el camino y le hizo entender que era Jesús, y le hizo entender que hasta ese día el sería perseguidor.

Somos el cuerpo, somos la amada de Dios, quien se meta con nosotros, encontrará a un gigante, y su nombre es Jesús.

Nos sobran evidencias que hacen del evangelio una realidad, hemos creado los milagros que Jesús hizo.

Hemos creado lo que sucedió con la iglesia primitiva, y hemos tenido experiencias de fe, hemos visto milagros.

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Esta iglesia sabe quién es su Dios, y cada una de nuestras vidas transformadas y restauradas.

Son evidencias y es la muestra de amor más puro de parte de Dios para con todo el que decide mirarle.

No podemos callarnos, no podemos negar su obra porque, así como un día nosotros vimos la luz de Cristo, queremos que el mundo la vea y experimente la salvación.

Por: Víctor Vergara

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