La necesidad de ser llenos del Espíritu Santo
Si queremos recibir el Espíritu Santo, necesitamos oír, porque todo esto se recibe por fe, Dios no tiene otro medio para tratar con el hombre, sino la fe; hoy hablaremos de la necesidad de ser llenos del Espíritu Santo.
Es importante recordar que todo lo que dice la Biblia, obedece a estos hechos:
- Dios ha hecho promesas, pero sin fe, no hay promesa que se cumpla.
- Dios ha encontrado quién crea sus promesas y cuando Dios encuentra quien le cree su palabra, él honra su palabra y honra la fe del que le creyó.
Nosotros no podemos creer lo que no sabemos, para creer hay que saber y para saber hay que oír.
Hay hermanos que nos encontramos en la calle y le preguntamos “¿por qué no fuiste a la dominical?, dicen: no, pues yo tenía un problema, pero estaba en espíritu allá”.
Pero otros hacen peor, vienen al templo y su mente, su espíritu está por otro lado, entonces, aunque estuvieron en el culto se van iguales.
Porque no han aprendido a oír, “Mi pueblo fue llevado cautivo porque no tuvo conocimiento”.
¡Hay que aprender a oír la palabra de Dios, lo demás es caldo!
El Señor Jesús, que es el bautizador por el Espíritu Santo, habló tres veces acerca de esta promesa, en tres diferentes ocasiones, y eso está en el evangelio de Juan.
Porque es el que describe a Jesucristo como el verbo hecho carne, como el Hijo de Dios.
En los otros tres evangelios solamente Lucas en un capitulo hace mención al Espíritu Santo.
Pero refiriéndose a la oración, no está hablando específicamente del Espíritu Santo; después se refiere a la promesa del Espíritu Santo después que resucitó de los muertos.
En el evangelio de Juan, Jesús habla en tres ocasiones especiales, la primera cuando Jesús estaba en la fiesta de los tabernáculos.
Esto la realizaba y aun la realiza Israel, para recordar que sus padres fueron nómadas en el desierto.
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Entonces los israelitas hacían unas enramadas, para vivir siete días, para recordar que sus padres fueron nómadas en el desierto y para enseñarle a sus hijos que cuando ellos fueron nómadas, el Señor les dio pan del cielo y les dio agua de la roca.
También que sus ropas no se envejecieron en cuarenta años y no hubo en sus tribus enfermos, es decir que esto fue un milagro de cuarenta años.
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Pero en el último día de la fiesta, el sumo sacerdote derramaba un jarrón de agua en las graderías del templo para recordarles que cuando tuvieron sed en el desierto y no había agua, Dios les dio agua del duro pedernal.
Y cuando la ciudad y el pueblo estaban transportados por la mente o por el espíritu a ese pasado, Jesús se pone en pie.
Clama diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba; el que cree en mí como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Y esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en él”.
En otras palabras, dijo “Yo soy el que di de beber a vuestros padres en el desierto” porque la roca que los seguía era Cristo.
Esa es la primera vez que Jesús habla de esa promesa y lo habla en ese lugar y en esa circunstancia.
Él invita, pero hay tres sencillos requisitos:
- Tener sed
- Creer en él
- Ir al bautizador
Una cosa son las tradiciones, y otra cosa es la palabra de verdad; entonces tenemos que despojarnos de las tradiciones y creer la verdad de Dios.
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Lo primero es tener sed y la sed es consecuencia o resultado de que uno está falto, está mermado, eso es lo que produce la sed.
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Ahora hay unos que, por pereza de no orar, de no buscar la presencia de Dios, están preguntando “¿y sí soy salvo si no recibo el Espíritu Santo?” buscando excusas, pero eso es pereza.
Hebreos dice “No os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia alcanzan las promesas”.
La pereza es pecado, en cualquier sentido.
El que tenga sed venga al bautizador Jesucristo, crea en él como él lo ha dicho, porque él es el bautizador.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos” entonces, si me amáis, ahí Jesús está diciendo quienes reciben el Espíritu Santo, el Espíritu Santo no es para el mundo; para amar a una persona hay que conocerla.
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Para amar hay que tener conocimiento y hay que tener fe.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador para que esté con vosotros para siempre”.
No vino a visitarnos, vino a quedarse con nosotros para siempre, vino a cumplir la promesa que Dios no habita en templos hechos de manos humanas.
Sino que él dijo “Habitaré en ellos, andaré en ellos, seré el Dios de ellos y ellos serán mi pueblo”.
Entonces el Espíritu Santo es para los que aman al Señor y los que aman al Señor son los que le han conocido de verdad.
Por: Eliseo Duarte