La humildad de Jesucristo
En esta vida tengamos paciencia, suframos lo que sea, no es agradable sufrir luchas, ataques, pruebas, pero los que conocemos a Dios nos esforzamos y permanecemos fieles hasta el final. Hablaremos sobre el tema: «La humildad de Jesucristo».
Si hay algo que a diario nos debe sorprender y que nos debe ocupar para imitar y poner por obra, es la humildad de Jesucristo.
Esa que, a muchos cristianos de hoy en día, les falta.
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”.
Es una profecía desde el Antiguo Testamento, aseguraba la venida del Señor por primera vez a la tierra.
Este profeta estaba en Babilonia y profetizó el regreso del pueblo de Israel del cautiverio de Babilonia.
Sabemos que entre el regreso del pueblo y la venida del Señor hubo una época dicen los historiadores como de 400 años que se llamó silencio profético.
Pero en ese intermedio entre el regreso del cautiverio y la venida de Jesús ocurrió la primera venida del Señor en persona.
Consideremos el ejemplo de humildad de Jesucristo en su primera venida a la tierra.
Él fue hijo de un carpintero, de un pueblo insignificante, de una familia humilde, sus seguidores eran gente del vulgo, se rosaba con gente del común publicanos y pecadores.
Sus discípulos fueron hombres de estrato bajo, parece que él nunca fue a la universidad.
Todo esto dejaba mucho qué pensar de él y la gente cuando lo oían predicando decían ¿quién es este?
Ni se imaginaban que era el Mesías, porque ellos esperaban al Mesías de otra manera.
“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”; allá en ese pueblecito nació el Señor.
Salió Jesús de allí y vino a su tierra y le seguían sus discípulos.
Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga y muchos, oyéndole, se admiraban y decían:
“¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?”.
“¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón?, ¿no están también aquí con nosotros sus hermanas?”, y se escandalizaban de él.
Quién iba a imaginar que el Señor en su arribo a la capital se presentara montado en un burro sin amansar.
Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos y les dijo:
“Id a la aldea que está enfrente de vosotros y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo”.
Estamos viendo entrar al Señor a Jerusalén en un burro, pero mucha gente lo seguía y decían ¡Hosanna! ¡Hosanna! en las alturas.
Quién iba a creer que ese era el rey de Israel con semejante humildad.
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Dios es así, nos deja sorprendidos, para alimentar al profeta Elías usó a un cuervo.
Cuando él nos escogió a nosotros nos escogió de lo más vil, lo humilde, habiendo tanta gente importante y mejor en la tierra, pero así es Dios.
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios”.
“Y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”.
Nosotros somos como ese burro o como ese cuervo, pero el Señor tuvo misericordia y escogió su iglesia dentro de todos los pueblos de la tierra.
Igual el Señor mismo, se humilló así mismo hasta la muerte, lo escupieron, lo abofetearon, lo desfiguraron, como oveja fue llevado al matadero, pero todo lo soportó.
Porque él vino fue abogar por nosotros, por nuestra causa y todo eso lo sufrió humildemente.
“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
Nadie pudiera haberlo matado, ni ultrajado, pero él se humilló así mismo y nadie lo humilló a él, todo esto fue por defendernos, salvarnos.
En su primera venida se presentó como un abogado, vino humilde, pero un día en su segunda venida vendrá como juez de justicia eterna.
Para castigar las naciones por todos sus pecados y ante él se doblará toda rodilla.
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El apóstol Juan lo vio montado en un caballo que no es de esta tierra, esa será su segunda venida.
Haciendo su arribo al escenario terrenal y juzgar el pecado de las naciones, vendrá en un poderoso caballo blanco con sus ejércitos.
Este arribo será muy diferente a cuando entró a la ciudad de Jerusalén en un burrito.
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco y el que lo montaba se llamaba fiel y verdadero y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego y había en su cabeza muchas diademas”.
“Y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre y su nombre es: el verbo de Dios”.
“Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos”, Apocalipsis 19:11-14.
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Ya ese día no traerá corona de espinas.
Habrá una batalla que será el juicio de los pecadores para establecer el reino milenial en la tierra y sujetar a las naciones con vara de hierro.
Dice la Biblia que esto será en Armagedón y se sujetaran a él.
“Y la bestia fue apresada y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y habían adorado su imagen”.
“Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre”.
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”.
Cuando el Señor venga y estos personajes serán apresados el planeta quedará en libertad, Dios tiene un plan glorioso y dentro de ese plan nos incluyó a nosotros.
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Porque él quiere llevarnos a donde nos quiere llevar, así que no tengamos miedo y seamos fiel al Señor.
Tengamos paciencia, los que conocemos a Dios nos esforzamos, actuamos y permanecemos.
“Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve”.
“Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”, Malaquías 3:17-18.
«Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna». Zacarías 9:9.
Por: Clodomiro Lobo