El ocio espiritual

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El ocio espiritual

La desocupación espiritual deja malos resultados y en algunos casos uno mismo provoca la tentación porque cada uno es tentado cuando es atraído y seducido. Hablaremos sobre el tema: «El ocio espiritual».

La tentación viene cuando se le sede la rienda de la vida a las pasiones de la carne.

La despreocupación espiritual deja malos resultados, de eso no hay la menor duda, porque en ese espacio puede venir el diablo y se aprovecha.

Esto es conocido también como el ocio espiritual.

Eso fue lo que le pasó a David, que por estar haciendo ocio en los balcones del palacio real mientras los reyes estaban ocupados en la guerra, se enredó en un gran conflicto con Dios.

Al andar por los balcones haciendo nada, codició a Betsabé la mujer de uno de sus soldados.

Eso que hizo David le costó un precio alto, le generó una tragedia muy grande familiar y política, en su casa y en su reino.

Ammón violó a su hermana Tamar y el hermano mayor al ver que su hermano violó a su hermana, mató a su hermano.

Luego Absalón le quitó el reino a su papá y le tocó al rey salir como un fugitivo dejando todo y eso le pasó a David por andar haciendo ocio en el tiempo en que no debía hacerlo.

Y de ahí más adelante en esa batalla, los soldados de David encontraron a, Absalón que venía con sus ejércitos y lo mataron.

El pecado es una desgracia, sobre todo en los que conocemos al Señor.

Por eso recomienda el Señor “No descuides el don que hay en ti”.

Los profesionales son lo que son porque se esforzaron y ahí está su éxito.

Nadie puede darse el lujo de decir “yo soy médico o yo soy ingeniero” sin estudiar.

Nadie puede decir “yo soy” sin serlo, hay que poner todo el empeño, hay gente que ha logrado una carrera profesional hasta aguantando hambre.

Se sacrifica y las cosas que se hacen con sacrificio se aprecian más.

Un escritor cristiano dijo:

Un cristiano con vocación de liderazgo trabajará mientras otros malgastan el tiempo, estudiará mientras otros duermen, orará mientras otros juegan.

No habrá lugar para hábitos descuidados y mal obrados ni en palabra, ni en pensamiento, ni en obras.

Tendrá una disciplina igual a la de un soldado en comportamiento, para que pueda obtener una buena lucha, mantendrá una agenda rigurosa, también para que pueda ser un buen líder.

En el camino del Señor no hay tiempo para el ocio, hay que orar todos los días, hay ir a los cultos, hay que ayunar, hay que vigilar.

Hay que estar en vela porque según los psicólogos, el niño desde que nace trae consigo las concupiscencias.

Solo que en algún momento de la vida y por estímulos externos se le desarrolla.

Es decir, esa es la herencia adámica que llevamos en nosotros como seres humanos.

El apóstol Pablo habla del pecado que mora en mí, quizás se haya referido a eso.

Por tanto, seamos guardianes de nuestra propia casa, cuidemos nuestra vida espiritual, hay que andar como hijos de Dios.

No podemos andar en nuestra propia carne, ni tampoco en la ajena, tenemos que tener precaución, tenemos al Señor Jesucristo.

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Entonces si esas concupiscencias están en el ser humano desde que nace, hay que tenerle cuidado.

“¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno”, indica la Biblia.

Añadiendo también: “A fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado”.

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado”.

Esta es palabra de Dios que nos previene contra las asechanzas del diablo y contra los tropiezos de este mundo.

Porque el Señor quiere una iglesia santa y sin arrugas.

Esto de la concupiscencia es una tendencia de la naturaleza humana (concupiscencia es el deseo sexual desordenado).

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado”.

Existen 3 leyes:

  • La ley de Moisés, que quedó en el pasado
  • La ley del pecado y de la muerte, que hay que abrirle el ojo
  • La ley del Espíritu de vida en Cristo, esta ley es mayor y más poderosa, es una potencia porque esta ley nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

El Señor nos liberó de la ley del pecado y de la muerte que nos tenía cautivos.

Puesto que llevamos la herencia adámica como una falencia en nuestra naturaleza humana.

El Señor nos dio provisión para vencer: “No tengan preocupación, recibiereis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”

No es que el cristiano viva reprimiendo las pasiones, no es eso, porque sería una tortura tener a alguien obligado a que cumpla una religión con mandamientos y mandatos.

Es que el Espíritu Santo nos libertó de la ley del pecado y de la muerte.

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La prueba es diferente a la tentación, la prueba hasta cierto punto sabiéndola manejar nos conviene, la tentación es peligrosa, pocos salen de la tentación pero la prueba nos refina.

Dios puso a prueba a José permitiendo que la mujer de Potifar lo asediara cada día, pero José gracias a Dios se portó bien.

Seguramente él tuvo que sentir tentación en alguno de esos días, pero no cayó.

Estaba bien ubicado en Dios, pasó la prueba y venció la tentación porque poderoso es Dios para guardarnos en caída.

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia”.

En algunos casos uno mismo provoca la tentación, porque Dios no tienta a nadie, sino que cada uno es tentando cuando por su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Cuando la persona en vez de evitarlo lo que hace es alimentarlo, ahí viene la tentación.

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“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”.

“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” Santiago 1:13-15

Uno busca y provoca muchas veces cosas que no debemos hacer, entiende que el Señor te quiere librar.

Primero es la prueba, después es la tentación, peleemos pues, que la prueba no nos lleve a una tentación terrible como cuando no se le presta atención a los síntomas de una enfermedad, después es que viene el lamento.

Si sientes que hay alguna atracción ilícita y sigues pasando por ahí, estas provocando tu propia caída.

Pero si corriges y le dices al Señor ¡ayúdame! como hizo el ciego, de seguro que el Señor te dará la mano.

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”

Hay tener cuidado de nosotros mismos, porque traemos la herencia adámica y esos son factores de riesgo.

Hay cosas que se pueden evitar, previniendo que esas concupiscencias no crezcan y en vez de provocar la carne viendo pornografía, provoquemos al Señor para alabarlo, para glorificarlo.

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El ocio espiritual.

“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón. Enlázalos a tu cuello”.

David provocó la tentación al quedarse de la guerra y no pudo reflexionar.

Echa mano de la vida eterna, no dejes que crezca un sentimiento concupiscente en tu ser.

No alimentes un pensamiento carnal hasta el punto que ya no lo puedas evitar, eso es lo que se llama tentación cuando se vuelve irresistible.

No provoques la tentación, provoca al Señor, contémosle al Señor todo lo que esté pasando, pide la ayuda, él nos ayudará en los momentos difíciles.

El que es nacido de Dios no puede pecar, el Espíritu Santo lo limpia. El ocio espiritual.

Por: Clodomiro Lobo

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