No saques la unción de tu vida

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No saques la unción de tu vida

Hay muchas denominaciones donde el fuerte quizás ha sido lo teórico, el saber de muchas cosas inciertas, pero en esta congregación su fuerte ha sido el Espíritu Santo, por eso no saques la unción de tu vida.

La gente piensa que esto es del hombre, de la tierra; pero no lo es, esto viene del cielo, por eso no puedes descuidar la unción del Espíritu Santo.

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Aquí la iglesia no se sostiene por los oradores, predicadores, por rótulos, se sostiene por la unción.

Necesitamos que se levante una generación llena de poder, de autoridad, que no se hable mucho, pero se haga demasiado, porque hoy se habla mucho, pero no suceden cosas, se canta mucho, pero la gloria no cae.

Y de pronto estamos cayendo en esa situación de conformismo, donde la gente no le preocupa orar, alabar, ni adorar.

Antes la gente tenía la sed de culto y a algunos nos titularon de ‘culteros’, pero yo creo que es mejor la vida con culto, aunque siempre mi vida tiene que ser un culto a Dios.

Pero cuando nos reunimos como iglesia es un momento especial, hay gente que por la abundancia que tenemos escoge a que culto va, la gente se cansó y dice: «voy al culto el martes y los jueves».

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Nos hemos cansado de la abundancia y eso es lo que nos ha ido afectando.

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Y lo que dificulta no es la escasez, en la escasez uno se mete en un rincón a buscar soluciones en Dios, pero la abundancia adormece a las personas.

Necesitamos volver a las raíces, volver a amar la casa de Dios.

Hoy va usted a los templos a las 6:00 de la tarde y no hay nadie, es más hay templos que ya no los abren a las 6:00 sino casi a las 7:00, porque los hermanos no llegan temprano.

Todo el mundo labora, pero parece que en aquella época nadie laboraba, todo el mundo era perezoso, pero no es eso;

Tranquilamente nos hemos ido adormeciendo por la abundancia.

Hoy la gente se da el gusto de decir: «A ese predicador no lo escucho, vamos a ver con qué sale», la gente se sienta a ver qué toma de la predicación para juzgar al predicador.

Retornemos al tiempo cuando la gente tenía hambre de oír palabra de Dios, independientemente quien predicara, quien hablara, le interesaba más la gloria del Señor.

Hay algunos teólogos en nuestro medio, gente que tiene ya cayos y dicen ¡Ey, pero éste que me va a hablar a mí! y juzgan al pastor de turno, diciendo: «es que éste no tiene tanta doctrina» y nos volvemos maestros.

Estamos pendiente qué podemos discutir, pero no qué podemos aprender y eso es lo que nos está afectando.

Hoy relucimos más los años que llevamos en la iglesia, «es que llevamos 20, 30, 40 años», pero no es cuánto tiempo llevas en la iglesia, sino cuánto hace que Dios no te toca.

Cuánto hace que no sientes algo grande en tu vida, cuánto hace que Dios no te habla al oído.

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Hoy mantenemos preguntando si esto es malo, si esto se puede hacer y estamos como en esa divergencia de pensamiento, buscando qué no es tan malo para hacerlo y la abundancia nos está matando.

Dios puede cambiar la historia de tu vida, de tu familia y de tu casa.

Hay gente que está viviendo de historias pasadas, de lo que le sucedió hace años, pero nuestro testimonio debería ser, anoche Dios me tocó, me habló, algo especial ocurrió en mi vida, esta mañana Dios habló conmigo.

Es como esos matrimonios rutinarios donde nos acostumbramos el uno al otro, donde dormimos y vivimos juntos, pero no hay una palabra cariñosa, no hay una situación especial.

Ya no hay una salida a comer en pareja, nos acostumbramos a vernos y tratarnos hasta mal a veces.

Así pasa con nuestra relación con Dios, nos acostumbramos a esto, nos adaptamos a un nuevo estilo de vida, ya no suceden cosas grandes… pero todavía pueden suceder cosas grandes, todavía Dios puede meter su mano.

Quizás usted está orando en su habitación, dejó la venta abierta, se arrodilló al borde de su cama, es la 1:00 de la mañana y de repente usted escucha una voz que dice: “Varón esforzado y valiente, Jehová está contigo”.

¿Qué pasaría con nosotros?

Hay una generación que aprendió a caminar por estos pasillos, hay gente que sus primeras palabras fue aleluya, amen, gloria Dios, gente que se levantó entre coros e himnos, que ha escuchado mensajes por doquier.

Que ha escuchado grandes predicadores, testimonios, en su casa se oía que Dios hacia milagros.

Nos han contado de esos cultos maravillosos, donde el Espíritu Santo se derramaba.

Muchas veces siendo las 12:00 de la noche y la gente no se quería ir de la iglesia, que amanecían orando, viendo tantas cosas maravillosas.

¿Por qué estamos así?

Debemos volver a la gloria de Dios, necesitamos que se mueva en nuestras vidas.

No podemos sacar a Dios, nos morimos, nos empobrecemos.

Las generaciones nuevas tienen que saber que la iglesia se ha movido bajo el fuego del Espíritu Santo.

Vamos a tomar nuestra armadura, vamos a tomar lo que Dios nos ha dado.

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios”.

Nos hemos vuelto mecánicos, escuchamos discursos que nos alegren el corazón y nos vamos para la casa.

Pero digamos: “Dios nos queremos empapar de tu gloria, Señor me estoy desplomando, hace días que no oro, ayuno, vigilo, llena mi vida”.

Como que fue un problema que Dios te bendijera tanto, cuando no tenías qué comer en tu casa como buscabas a Dios y cómo querías servirle.

Pero ahora que tienes casi todo, no te queda tiempo ni para sentir a Dios.

Gente que dice: “para qué llevar un profesional a la iglesia, ¡uy! No, que oso, que pena”, para qué llenarnos de gente educada si la gloria de Dios no se mueve.

Hoy la gente depende de otras cosas, y seguimos callados como Gedeón, pero hoy vamos activar lo que Dios quiere en nosotros.

¨Así como la tierra estaba desordenada y vacía, pero el espíritu de Jehová se movía sobre la faz de las aguas¨.

El Espíritu Santo no es para la gente de afuera, el Espíritu Santo es para la iglesia, así que no saques la unción de tu vida.

Recuerda que también hay que tener cuidado con la unción.

Pastor: Jhon Fabio García

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