Por dos caminos diferentes y un lugar de encuentro
La Biblia narra la historia de un padre y dos hijos, y dice que uno de sus hijos, el menor de ellos, un día le dijo al padre “Dame la parte de mis bienes que me corresponde”. hablaremos sobre «Por dos caminos diferentes y un lugar de encuentro».
Dice la historia que el padre les repartió los bienes a sus dos hijos.
Y no muchos días, deja ver la Biblia, que él, después que recibió los bienes, las cosas que aquel padre consideró que eran necesaria tenerlas, después de habérselas dado, decidió irse de su casa.
De tal manera que todos sabemos cuántas cosas pensaría él estando por allá apartado, de pronto sin que nadie le pudiera estorbar, ni decirle ¿Qué haces?, ¿Por qué lo haces?
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Algunas personas se van de la iglesia porque los corrigen y no les gusta que le digan nada, sino que toman sus propias decisiones.
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Es posible que el hijo pródigo estaba viviendo esto, cansado de aquella vida de hogar rutinaria, el levantarse e ir a una parte y estar sujeto a la voz de su padre, el ir y volver, regresar, lo habría cansado.
Hasta que un día decide “quiero lo mío” y aquel padre le da lo que le pertenece.
Pero empieza a olvidarse del hogar que lo vio crecer, de aquel hogar donde recibió abrazos, caricias, donde recibió protección.
Se sintió grande y pensó “puedo tomar mis propias decisiones, y puedo vivir por mí solo, y estar y hacer de mi propia vida conforme yo crea”.
Y un día cualquiera se despidió y empezó a caminar, la Biblia dice que todo lo malgastó, empieza a vivir esa vida desordenada, todo empieza a desaparecer.
Él pensó, quizás, así como los bienes lo mantuvieron en casa de su padre, pensó que allá afuera no le iba a faltar nada, que con lo que llevaba era suficiente.
Se olvidó que lo que hoy era su herencia, era producto del trabajo de un padre que se había esmerado por darle algo.
No olvidemos que lo que hoy nosotros tenemos es producto del sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario.
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Hoy las cosas que tenemos, no las tenemos porque nos las merezcamos, las tenemos porque Dios en su infinita misericordia se acordó de nosotros y nos alcanzó.
Estamos hablando sobre: Por dos caminos diferentes y un lugar de encuentro
El día que nos vayamos de aquí, nos van a empezar a escasear muchas cosas, porque no somos nosotros quienes podemos sostenerlas para que estén con nosotros.
Sino que ha sido Dios que ha hecho que esas cosas estén en medio de nuestra vida.
Empezó a irse, en un momento se sintió arruinado, el menos de los hombres, destruido, quizás con poca ropa.
Quizás todo sucio y deseaba comer algo, pero ese algo que él deseaba comer nadie se lo quería dar gratis.
Dentro de la iglesia recibimos muchas cosas gratuitas por la misericordia de Dios, sin que él nos cobre nada.
Pero allá afuera, parece que todo tiene un precio, que hay uno que no regala nada.
Y aquel hombre empezó a decir: “yo quiero comer” y se acercó a la hacienda de alguien, pero ese alguien no tiene ovejas, o no sé si las tendrías.
Pero la Biblia dice que solo había allí un hato de cerdos para cuidar, y aquel le dijo “solo aquí hay cerdos para cuidar”.
Él le dijo “No importa, yo hago lo que sea”.
Y estando cuidando los cerdos, dice que deseaba aquella comida que comían los cerdos, pero nadie le daba de comer.
Cuando estaba con esa inmensa hambre, reflexionó y dijo:
“Yo aquí padeciendo de hambre, y en la casa de mi padre hay muchos jornaleros, y yo siendo su propio hijo, acá no tengo nada que comer”.
Pero aquel hijo no sabía que el día que él se fue, había un padre que se quedó viendo el camino que él agarró.
Todos los días salía a ver si en un momento dado el que había salido, iba a regresar.
Siempre había unos ojos mirando aquel camino solitario, aquel camino que había tomado aquel joven.
Esperando de un momento a otro que en una ocasión apareciera, siempre había unos ojos mirando.
Aunque estaban por dos caminos diferentes, también había un lugar de encuentro.
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Hasta que la Biblia dice que aquel joven dijo “Iré y le diré a mi padre: he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser tu hijo” y aquel día decidió regresar.
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Ojalá decidamos regresar a encontrarnos una vez más con Jesucristo.
Y aquel joven regresó, pero cuando volvió todo maloliente, quizás andrajoso, cansado del camino, sucio, iba planeando pedir perdón a su padre.
Pero de pronto el padre, como que solía mostrarse todos los días, observando si regresaba el que se había ido.
En un momento dado hay alguien acercándose por el camino, y es posible que el padre pensara si ese era su hijo.
Aquellos ojos de padre que no olvidan a sus hijos, lo vieron, el padre se dio cuenta que es su hijo y no lo espera, sino que sale corriendo a recibirlo.
Y antes de que aquel hijo le dijera las palabras “perdóname padre” lo abraza, no importando que esté sucio, él sabe que es su hijo el que está delante de él, que ahora lo puede abrazar.
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Si hace rato no sentimos ese abrazo de Dios, por alguna circunstancia de la vida, porque algo ha andado mal, permitamos a Dios abrazarnos.
Que él pueda tomarnos en sus brazos y que podamos sentir aquellas caricias de un padre que nos ama.
Si sentimos que hace tiempo algo anda mal, y por eso hemos mirado que las caricias no pueden ser posibles.
Que bueno que le diéramos oportunidad al Señor y él pudiera tomarnos en su regazo.
Qué bonito sería que dejáramos rodearnos con su presencia, y que lo miremos a él.
Pastor: Rudecindo Garces