Viviendo bajo el fuego de pentecostés

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Viviendo bajo el fuego de pentecostés

El derramamiento del Espíritu Santo en el libro de los Hechos, fue en razón de la promesa que Jesús les había hecho a sus discípulos, de derramar sobre ellos el poder del Espíritu Santo. Hoy hablaremos sobre: «Viviendo bajo el fuego de pentecostés».

Esto sería una investidura de autoridad, como comisionados y respaldados por Dios para realizar el trabajo de evangelizar a toda criatura y enfrentarse a las fuerzas del mal y a los demonios.

Ellos necesitaban ser llenos del poder del Espíritu Santo, y fue la experiencia más maravillosa que puede suceder en la vida del ser humano.

Los discípulos no sabían nada de esto, no habían oído a nadie hablando en lenguas, no tenían conocimiento.

Pero para ellos fue algo muy grande y hermoso, el derramamiento del Espíritu Santo por lo que sintieron.

Cuando recibimos el poder del Espíritu Santo, cuando el Señor Jesús derrama su gloria sobre nuestras vidas, uno siente algo maravilloso, es una experiencia inexplicable.

Los 120 hermanos esperaban ansiosos el cumplimiento de la promesa dicha por el Señor.

No tenían idea de cómo sucedería esa manifestación, sólo sabían que serían investidos de poder de lo alto.

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Viviendo bajo el fuego de pentecostés.

En el momento de la gloriosa manifestación del Espíritu Santo, sucedieron 3 fenómenos sobrenaturales:

  • Un estruendo en los cielos
  • Un viento recio que soplaba
  • La aparición de lenguas de fuego sobre sus cabezas.

Tres fenómenos sobrenaturales y un cuarto fue la llenura del Espíritu Santo, fue así cómo todos reunidos fueron llenos del Espíritu Santo en el día de pentecostés.

Esa promesa fue dada y en su mayoría todos nosotros hemos sentido la presencia de Dios en nuestras vidas.

Hemos podido degustar de un ambiente sobrenatural que va llenando de felicidad, de paz nuestro interior.

Es un fuego que se convierte en alegría, felicidad, regocijo y realmente cuando uno va sintiendo la presencia de Dios.

El fuego de pentecostés va llenando y apoderándose de nuestras vidas.

Este fuego no es el mismo fuego del Sinaí, porque el fuego del monte que ardía, era un fuego de juicio y después por el pecado de Israel murieron como tres mil personas.

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Pero el de pentecostés fue diferente, en el que el Señor derramo la promesa del Espíritu Santo, y en vez de traer juicio.

Por el contrario se salvaron tres mil personas el día de pentecostés.

Viviendo bajo el fuego de pentecostés

Por lo tanto ese fuego maravilloso que está en nuestro medio, que lo sentimos, que vivimos ese gozo, es la misma presencia de Dios en nuestras vidas.

Cuando entramos en ese contacto con la presencia de Dios, no lo hacemos a la fuerza, lo hacemos.

Porque reconocemos que él perdonó todos nuestros pecados, ha sanado nuestras dolencias, nos ha coronado de favores y misericordias.

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Nuestro deseo es siempre estar bajo ese fuego maravilloso, bajo esa presencia sublime, sentir ese poder todos los días en nuestra vida.

Cuando Moisés se encontró con Dios en el monte Horeb, estaba dedicado al trabajo pastoreando las ovejas.

Estaba desapercibido de cualquier encuentro con Dios, él no pensaba que esto pudiera ocurrir.

Tal vez no pensamos que pueda suceder algo grande en nuestras vidas, que pueda cambiar el rumbo de nuestros pasos totalmente y tener una poderosa investidura del Espíritu Santo.

Con un fuego dentro del alma deseando predicar, anunciar el evangelio, orar por los enfermos.

Reprender a los demonios y vivir una vida diferente, el poder de Dios nos da sorpresas.

Puede suceder algo extraordinario en la vida nuestra, de repente el Señor puede vaciar la unción poderosa del Espíritu Santo.

Y llenarnos de tal manera, que podamos ser convertidos en hombres y mujeres llamados de Dios a un gran ministerio.

Moisés no estaba pensando en algo grande que iba a pasar en el monte de Dios, estaba tranquilo.

Tal vez pensando en otras cosas, y de repente Moisés ve una llama de fuego en una zarza.

Le llama la atención porque él ve que la zarza no se consume, no se quema, la llama sigue ahí, era algo extraño que nunca había visto.

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A veces lo que nos sucede a nosotros son cosas de Dios, sobrenaturales, el mundo no las cree pero tenemos fe que ellas suceden, que pasan porque hay cambios en nuestra vida, de mentalidad.

Cambios internos del alma, sanidades, se rompen cadenas, ataduras, lo creemos porque no estamos adorando a alguien que no existe.

Por el contrario, el Dios que adoramos es más real que nosotros mismos.

Moisés nunca imagino que aquella experiencia cambiaría su vida, la luz que procedió de aquella zarza entro a lo profundo de su ser y le convirtió en un nuevo Moisés.

Tal vez usted viene luchando con un problema difícil, de carácter, de familia, complejos de inferioridad, de superioridad.

Pero un encuentro con la presencia de Dios puede hacer que su vida cambie por completo.

Pastor: Edilberto Ortíz

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