Dios ama al pecador pero aborrece el pecado

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Dios ama al pecador pero aborrece el pecado

Hay quienes están en el reino de Dios pero no conocen al rey del reino, ni el reino, por eso, se embolata fácilmente. Hablaremos sobre: «Dios ama al pecador pero aborrece el pecado».

El camino del evangelio no es tan difícil como muchos los pintan, el Señor dijo: mi yugo es fácil y mi carga es ligera.

La carga puede ser pesada, pero cuando usted sabe para dónde va, llega rápido, la carga puede ser liviana, pero cuando usted anda sin dirección es incómoda llevarla.

Esto no es solamente de ocupar una silla, ocúpese en conocer el reino, a Dios; conocer las cosas de Dios.

Qué bueno que usted conozca a Dios para que así lo pueda dar a conocer a su hermano, a su esposa, sus hijos, vecinos.

El que conoce a Dios no queda siendo el mismo, quien tiene un encuentro personal con Dios tiene que cambiar, su vida es diferente.

Por eso, el que ha sido cristiano y se pone a pecar, no es feliz pecando, a nosotros no nos luce pecar, si usted no puede ser un buen mundano, mejor sea un buen cristiano.

Conocer a Dios significa cambiar, ser otra persona, todo el que se encontró con Jesucristo fue otra persona.

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Pedro, era un pecador, un hombre vulgar y cuando tuvo un encuentro con Jesús, la vida de Pedro fue diferente.

Estaba ahí quizás mal geniado porque no había pescado nada y resulta que cuando llegó Jesús se lo presentó su hermano Andrés.

Y como que le dice: Pedro, te presento a Jesús, él cambió mi vida, pero Pedro como que no le cree, a Jesús le brillaban los ojos y pensaba, voy hacer grandes cosas a través de este hombre.

Y le dice: vamos a pescar, si toda la noche no he pescado nada. Una cosa es andar con Jesús en la barca y otra cosa es sin Jesús en la barca.

Usted con Jesús vaya donde él lo invite, no se ponga a pensar nada, donde Jesús le diga ¿Vamos?, vaya, porque no hay unas mejores manos, ni una mejor compañía que la nuestro gran Dios y salvador Jesucristo.

Jesús le dijo a Pedro, vamos, pero él como que no quería dé a mucho. No hay nada mejor que Jesús dirija nuestra vida, reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus veredas.

Pedro, creía que no podía pescar nada porque él creía que se las sabía, pero Dios le puso los peces ahí.

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Dicen los historiadores, que nunca ha habido una pesca así, este es mucho Dios que tenemos y merece toda la alabanza y adoración.

Pedro, cayó de rodillas en la barca y le dijo a Jesús: Señor, sé propicio a mí que soy hombre pecador.

El que era iracundo, grosero, vulgar, temperamental, ahora está humillado. El que tiene un encuentro con Jesús, su vida tiene que cambiar.

Y Jesús le dice: esta fue la última pesca de peces, porque de ahora en adelante serás pescador de hombres.

Cuando Pedro llegó a la orilla no era el mismo, era otro. Que bueno que la gente vea el cambio en nosotros, el caminar, el hablar y podamos decir, Jesucristo cambió mi vida, ahora soy alguien diferente.

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Demuestre que usted es alguien diferente con su vida, con sus dichos, con sus hechos. La vida en Cristo cambia, cuando uno se encuentra con Dios la vida tiene que cambiar.

Cuando usted conoce a Jesús, su vida cambia, y muestra eso, lo da a conocer.

Hay muchos que predican a Cristo pero no lo enseñan, enséñelo con su vida, no solamente lo predique, sino que lo enseñe también.

Hay gente que quiere que Dios los use para hacer un milagro, pero no tapan la gotera de la casa, no le ayudan a hacer las tareas a los hijos, empecemos por esos milagritos.

Vienen y dicen: pastor, yo quiero ser un gran evangelista, pero los viera en la casa cómo trata a la esposa, a los hijos.

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Quieren es el ministerio y no levantan ni una silla, no van asear el templo y quieren milagros, no, empecemos en lo pequeño.

Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”.

David, era un guerrero, un poeta, conforme al corazón de Dios, era un varón de Dios, hablaba con Dios.

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Dios ama al pecador pero aborrece el pecado.

Le enseñó una señora, la mamá de David Mírame, y ten misericordia de mí;
Da tu poder a tu siervo, y guarda al hijo de tu sierva”.

Que tengan que decir, mi mamá y mi papá son siervos de Dios.

Más que predicarlo, vamos a darlo a conocer, a decirle que nos enseñe, cómo comportarnos, cómo tratar a nuestra esposa, a nuestros hijos, vecinos, compañeros.

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No solamente predique en el altar, sino que mi vida enseñe cuando esté a bajo, que mi familia tenga que decir, tenemos a un Dios.

Necesitamos levantar hijos que se sostengan en medio de la prueba, que se sostengan de Dios en cualquier dificultad.

Vamos a enseñar a Cristo, nuestra vida de ahora en adelante va a ser diferente.

Pastor: Juan Carlos Soto

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