Dios honra a los que le honran

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Dios honra a los que le honran

“Porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” 1 Samuel 2:30. En la palabra de Dios encontramos promesas, y una de ellas es esta, Dios honra a los que le honran.

Algunas de las promesas no requieren condiciones, el sol y la lluvia están para nosotros y para los impíos, pero también hay promesas que requieren condición.

Haciendo referencia a las promesas que requieren condiciones, muchas veces queremos recibir promesas, pero no examinamos el primer paso para llegar a ellas y es mirar su o sus condiciones.

Un ejemplo es este verso: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” Salmos 37:4.

Claramente vemos, que hay una promesa en el verso anterior y es que Dios concederá las nuestras peticiones y nuestros sueños más profundos, pero el requisito.

El requisito es deleitarse en Jehová, es decir, amar a Dios con ternura, y el que ama a Dios guarda sus mandamientos; en la casa, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en todo lugar le glorifica y guarda sus mandatos.

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Quien ama a Dios, todo el tiempo le tiene presente le busca y glorifica constantemente.

Entendamos hoy entonces que Dios honra a los que le honran.

Encontramos promesas como “Harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” Josué 1:8.

Pero dice antes de esta promesa, “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito”.

Si deseamos que todo nos salga bien debemos nunca apartar de nuestra boca el libro de la ley, por el contrario, estudiar y meditar la gloriosa palabra de Dios.

Cuando pasamos por el mandamiento, al final nos damos cuenta que tenemos una promesa.

“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Si algo queremos recibir debemos pedir, así vemos como hay requisitos en las promesas.

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Por eso el tema que hoy abordamos se titula: Dios honra a los que le honran.

Debemos hacer nuestra parte y Dios hará la suya; Dios tiene un plan maravilloso con cada uno de nosotros, él nos quiere honrar y bendecir y llevar a lugares altos, pero debemos cumplirle.

Él hoy nos recuerda nuestra posición y el requisito que tenemos, eso que debemos cumplir para que llegue la promesa.

No tenemos que luchar para conseguir las cosas en Dios, él cumple y siempre lo hará, debemos caminar y hacer lo que él quiere que hagamos y él se encargará de darnos la bendición.

Seamos reverente a Dios, en la iglesia y fuera de ella, al hablar con el vecino, al hablar con el hermano, al intentar hablar mal de alguien, recordemos que Dios está en todas partes.

Es fundamental ser reverentes a Dios, cuando alguien dice: «yo honro a Dios», lo agrada en todo lugar y en toda situación.

Debemos reconocerlo en todo nuestro andar.

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Podemos desnudar nuestro corazón ante él, nadie mas nos entenderá como él lo hará, confiadamente podemos pedirle y él nos dará, pero recordemos que Dios honra a los que le honran.

Dios es fiel a sus promesas.

Camina como príncipe si quieres ser rey, si caminas de acuerdo al plan de Dios, el hará el camino.

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Samuel era agradable a los ojos de Dios y a los ojos de los hombres, porque lo que él hacía no lo hacían los otros.

Dios había prometido de los levitas levantar grandes sacerdotes, pero notaba la actitud de unos jóvenes, Ofni y Finees hijos de Elí, que no querían agradarle.

Pero Samuel honraba a Dios, y como este maravilloso Dios del que hablamos hoy, no es injusto; mandó a un hombre a que dijera esto, que explicara que él honraría a quienes lo honran.

Y un día una voz al Samuel estar dormido lo llama, era Dios.

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Si queremos que Dios nos llame, susurrando nuestro oído, debemos ser diligentes y caminar en santidad. Debemos ser diferentes al resto.

Es una honra que Dios decida llamarnos.

Samuel seguía creciendo y Dios lo cuidaba, es una honra que Dios nos llame, y también lo es, que Dios nos cuide, pero ¿Qué había hecho Samuel?

Había honrado a Dios, y Dios honra a los que le honran.

Por: Eliseo Estaper

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