El Espíritu Santo restaura

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El Espíritu Santo restaura

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón. Hablaremos sobre el tema: «El Espíritu Santo restaura».

A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos a poner en libertad a los oprimidos”. Lucas 4:18.

La Biblia nos muestra el Espíritu Santo como aceite, y tal vez es la representación más conocida del Espíritu Santo.

Siempre que hablamos del poder de Dios hablamos de la unción del Espíritu Santo.

Y como bien es conocido que la unción con aceite era una costumbre muy típica de los judíos.

Esta era una práctica más dirigida a la curación o sanación de enfermedades, por tal razón, se tipifica mucho con el Espíritu Santo.

Puesto que de esta misma manera es derramado el Espíritu Santo como aceite en nuestras vidas y es como somos sanados de enfermedades físicas y aun las espirituales.

En Isaías podemos encontrar como el Espíritu Santo juega un papel fundamental en la vida del cristiano.

Ya que, con Espíritu Santo hay un revestimiento, se obtiene una autoridad, éste es quien nos ayuda a ir con seguridad a predicar su palabra.

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón.

A publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Isaías 61:1.

Con Espíritu Santo hay un respaldo, hay una garantía de que Dios siempre está con nosotros en esta ordenanza de parte de él, que es la de predicar su palabra.

El Espíritu Santo como aceite nos muestra la restauración, la sanación de un pueblo, el cual ha sufrido, el cual ha sido angustiado, el cual ha sido castigado.

“A ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado.

Y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya”. Isaías 61:3.

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Pero también nos muestra al Espíritu Santo como ese aceite restaurador, que llega de alegría, que sana al espíritu del hombre.

Este versículo nos hace referencia al óleo este óleo es el mismo Espíritu Santo, que llena de gozo toda el alma triste y que la ayuda a que sea vivificada.

Pero ¿Qué es este óleo de alegría?, ¿Qué es este aceite de gozo?

Cuando los judíos celebraban sus fiestas, siempre se ubicaba un hombre a la puerta de la casa.

Este traía consigo un recipiente lleno de aceite para ungir a todo aquel que fuese invitado o convidado a la fiesta.

Por esto, este aceite es símbolo de alegría, porque solo lo recibía aquel que fuese invitado a dicha reunión.

Es así como el Espíritu Santo como aceite cumple su papel en la iglesia, puesto que este evangelio tan grande y glorioso es una enorme fiesta solemne.

Una fiesta que lleva a todos los convidados al cielo, a un reinado celestial junto con Cristo nuestro Dios.

Y es el Espíritu Santo como aceite el que nos unge, el que nos llena de alegría, el que nos llena de gozo, el que nos da ese estatus de invitado de lujo en esta fiesta.

Pero en esta fiesta también cuenta nuestra disposición, esta es una fiesta, y es sinónimo de alegría.

Es por eso que no debemos estar tristes, acongojados o cabizbajos.

Sabemos que hay momentos difíciles en esta vida cristiana, pero debemos ser conscientes que Dios siempre está a nuestro respaldo.

Por tal razón no hay ningún motivo para decir que la vida del cristiano es dura, cuando tenemos un Dios que nos lo da todo, y nos llega siempre de alegría.

Pero todo esto se obtiene creyéndole a él, creyendo en su palabra, sabiendo que él es galardonador de los que le buscan, de los que le buscan en espíritu y verdad.

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El Espíritu Santo restaura.

No está mal que cuando tengamos problemas recurramos a la ayuda de un amigo o a la ayuda de un profesional.

Pero como cristianos debemos entender que el Espíritu Santo de Dios está en nuestras vidas con el propósito de ayudarnos en todo, de fortalecernos, de sanarnos.

Y que Dios tiene el poder para hacer todas estas cosas en nuestra vida, que tiene el poder para eliminar toda clase de enfermedad de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.

No se trata de que vamos a estar todo el tiempo con una sonrisa en la boca, no, sabemos que todos tenemos momentos muy difíciles y que en ocasiones lo pasaremos mal.

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Pero es en ese momento donde tenemos que recordar que Dios nos ha dado de su Espíritu.

Y es el Espíritu Santo como aceite el que unge nuestra vida de paz, de alegría.

Es el Espíritu Santo como aceite el que llena nuestra alma de la tranquilidad que necesitamos en esos momentos difíciles.

El que nos ayuda a creer y confiar cada vez más en Dios y que nos enseña que todo bajo la mano de Dios está bajo su control.

Y todo aquel que está bajo su mano, cuenta con su protección divina y poderosa.

Todo aquel que está guardado bajo su mano, no es propenso a que el mal le toque.

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El Espíritu Santo restaura.

¿Cómo no estar contentos cuando con Dios lo tenemos todo?, ¿Cómo no ser felices si nuestra vida está llena de él?

De esta manera, que todo aquel que venga a este evangelio y quiera llenarse del poder del  Espíritu Santo de Dios, se irá a su hogar con una vida llena de alegría.

Con una vida transformada, segura y guardada en la mano poderosa de nuestro Dios Jesucristo.

El profeta Elías llegó a casa de la viuda que solo tenía harina suficiente para hacer una torta de pan para ella y su hijo y luego de esto echarse a morir de hambre.

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Pero el profeta le dijo, haz primero para mí y no faltará en tu hogar, ni la harina, ni el aceite y siempre tendrás sustento.

El pan es alimento para el hombre, y por medio del él se fortalece.

De esta manera puede mantenerse en pie cada que se acerquen las luchas y los momentos difíciles.

Pero es el Espíritu Santo de Dios el que vivifica el alma, el que da el esfuerzo al espíritu del hombre, el que le da el aliento para poder afrontar todo tipo de dificultades.

Es esa maravillosa unción la que nos permite tener la claridad de a dónde nos dirigimos, y a poder actuar como hijos de Cristo que somos.

Coherederos de su reino, en el cual viviremos por toda la eternidad.

Por: Luis Luna

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