El río de la vida en el evangelio

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El río de la vida

Un día este río de la vida llegó a Colombia como un charquito, apenas llegaba el agua hasta los tobillos, tal vez el diablo se reía pero no sabía lo que le esperaba. Hoy desarrollaremos el tema: «El río de la vida». Ezequiel 47: 1-9.

Las aguas siguieron creciendo y el río se fue extendiendo por todos los departamentos de Colombia. Ahora tenemos convenciones.

Lo que comenzó con un riachuelo que llegaba a los tobillos, ahora no se detiene y seguirá creciendo y ni las murallas lo podrán detener.

Los que nos hemos metido a él por la fe podemos decir que es el río de la vida, el río de Dios que transporta perdón de pecados, gozo, vida nueva, sanidad para los cuerpos,  poder de Dios, autoridad del cielo, la unción del Espíritu Santo, muchas bendiciones.

Vale la pena meternos a este río.

Afuera está el río de la muerte, de las tinieblas y transporta guerra, hambres, pestes, destrucción, ruinas, drogadicción, alcoholismo, etc.

Un río pestilente, putrefacto, arrastrando millones de personas al abismo, al caos pero aquí brota el río de la vida.

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Muchos están parados a la orilla del río diciendo; ¡Que bonito es el evangelio, que bonita vida se vive!

Solo esperando que una chispa de agua salte y los humedezca y con eso se conforman y en esa trampa caen muchos cristianos.

Los invito a nadar en el río de la vida y cualquiera que entrare vivirá, no se puede quedar en la orilla.

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Hay una condición del cielo; tiene que meterse a las aguas, sumergirse en la fuente de la vida.

¿Quieres beber del espíritu, ser sanado, ser libertado?

Métete al río de la vida, sumérgete.

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“Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río”. Ezequiel 47:9.

Primero empieza hablando de un río, luego de dos y en realidad son dos ríos que unidos se convierten en uno.

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El río de la gracia de Dios para entenderlo, tenemos que mirar al calvario es la cuna del cristianismo.

Ahí estaba el templo de Dios manifestado y también estaba el altar y las aguas salían del templo.

Dice la Biblia, que un soldado con una lanza atravesó el costado de Jesús, de ahí salen dos ríos, agua y sangre.

Entregándolo todo para que hoy fluya agua.

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Gracias Dios mío por ese sacrificio glorioso en la cruz del calvario, gracias a él tenemos una fuente que salta para vida eterna y cualquiera que bebiere no tendrá sed jamás.

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El agua significa la palabra de Dios, corre como río.

Ha sido llevada a todos los rincones de la tierra.

Ese río de agua pequeñito pero tan grande al mismo tiempo y ese río de la palabra ha sido llevado por predicadores, evangelistas, misioneros que se han desplazado por todas partes.

Otro río, sangre estos dos elementos juntos forman un arma poderosa que el diablo no puede detener porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.

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… Y sobre esta roca edificaré mi iglesia… Mateo 16:18.

No te quedes como espectador, sea protagonista, no espere que le salpique agua, métase a las aguas.

Israel fue libertado de la esclavitud pero se seguía comportando como esclavo y así hay hermanos, hablan como esclavos, tienen un lenguaje de derrota, de fracaso, de ruina, de pobreza, de frustración.

¿Sabes por qué?

Porque no se ha metido al río de la vida.

Dios no es dios de miserias, ni de migajas, hay un río poderoso de bendiciones.

Hay hermanos que un día se dieron un chapuzón en el río de la vida y hoy se están muriendo de sed.

¡Sumérgete ahora! 

Por: Vicente Arango

 

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