La salvación viene de Dios

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La salvación viene de Dios

Antes de que la salvación existiera, el hombre estaba muerto espiritualmente y separado de Dios, se volvió prácticamente un miserable, aprovechando el enemigo ese momento para encerrarlo y convertir el mundo en un desierto.

Debemos tener claro que la salvación no es competencia de ningún ser humano, el que salva es Cristo.

La Biblia es precisa al decir: “La salvación es de Jehová, sobre tu pueblo sea tu bendición”.

Esto fue algo que tuvo que entender Jonás.

Recordemos que se lo tragó un pez en lo profundo del mar, y en el vientre del pez tuvo que reconocer que la salvación le pertenece directamente a Jehová.

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Y cuando él reconoció eso, inmediatamente el Señor le dio la orden al pez que lo vomitara a la orilla del mar, el pez le obedeció y lo vomitó a la orilla de Nínive.

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Eso quiere decir que el plan de salvación le pertenece a Dios y es competencia directamente de Dios, es algo extraordinario, que nos llena de una riqueza extraordinaria.

¿Por qué la salvación es de Dios?

La respuesta es sencilla, porque la salvación no estaba hecha, pero Dios en su inmenso amor y misericordia, la hizo.

Porque recordemos que el Señor creó al hombre a su imagen y semejanza y lo colocó en el huerto del Edén, lo colocó para que fuera señor de la creación, lo coronó de gloria, de hermosura.

En Salmos capítulo ocho, se muestra el pedestal del hombre en el principio y David lo reza de esta manera cuando él lo exalta y muestra la posición tan elevada.

Por eso el Salmo ocho comienza exaltando a Dios y termina exaltando a Dios.

Eso quiere decir que el Señor lo colocó como señor, precisamente, de todo lo creado; lo colocó en un pedestal:

“Señorea sobre las aves del cielo, señorea sobre las bestias del campo, señorea sobre todo lo que hay en el mar y sobre toda la creación”.

El hombre no fue creado para ser un esclavo, el hombre fue creado para ser el príncipe de la creación de Dios.

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Pero el hombre cometió un error inmenso y fue entregarle todo lo habido y por haber a un enemigo.

Enemigo número dos de parte de Dios, y enemigo número uno de todos los seres humanos.

El hombre entregó todo en manos de Satanás, porque el hombre se vuelve esclavo de aquel a quien obedece, a la justicia para obediencia o al pecado para muerte.

Así que entonces, el hombre al obedecer las pretensiones de Satanás, le entregó todo y era el enemigo del hombre y el enemigo de Dios.

Debido a esto se eleva a la dignidad de ser el príncipe de la potestad de los aires, mientras que el hombre baja de ese pedestal y se convierte en un secuestrado, en una presa, en un botín, en un hombre encerrado.

Y precisamente, a partir de allí el diablo se enseñoreó de todos los seres humanos, él incursionó en el huerto del Edén y metió el pecado.

El pecado produjo la muerte, la destrucción a todos los seres humanos, así que no había salvación para el hombre.

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Tampoco había liberación para el hombre, a menos que el cielo se pronunciará.

Es tanto así, que el salmista David dijo en el Salmos 49:

“¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la opresión de los inicuos me rodeare?”

Y continúa diciendo: “Los que se glorían en sus riquezas y en los muchos veneres se jactan, ninguno podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate, porque el precio de la vida del hombre es demasiado y no se logrará jamás”.

¡No había esperanza para el hombre!

Es decir, el hombre no podía salvarse por sí mismo y cuando miramos esto.

Nos parece oír a David preguntar por su socorro y como oírlo recitando el Salmo 121 porque esperanza no hay, el hombre está en su situación difícil.

Entonces da la impresión que David dice “¿De dónde vendrá?” como si el hombre proclamara.

“¿De dónde vendrá mi socorro?” y de pronto una expresión del cielo le dice “El socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”.

Porque era de Dios que tenía que venir la solución para todos los seres humanos.

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Por eso Isaías se hace una pregunta interesante, viendo la condición del hombre en el estado de opresión en el cual se encontraba.

Isaías contempla la condición de todos los seres humanos como de apresamiento, de secuestro involuntario y hace la pregunta.

“¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano?”

Él hace la pregunta señalando que el botín éramos todos los humanos, el valiente era el diablo.

Nos tenía prácticamente subyugados, amedrantados con las armas de la muerte y la destrucción.

Y el Señor se le pronuncia y le dice: “Ciertamente el cautivo será rescatado del tirano, el botín será quitado al valiente y tu pleito yo lo defenderé y yo salvaré a tus hijos”.

¡El cielo se pronunció!

Se pronunció el cielo, esperanza hay, por eso el Señor le envía el mensaje a través del profeta Isaías.

“Decid a los de corazón apocado: esforzaos, no temáis, he aquí que vuestro Dios viene con retribución y con pago; Dios mismo vendrá y os salvará”.

Y eso es lo más grande que puede existir, eso es lo que llena de gozo, alegría y satisfacción.

No es que Dios trataba de enviar a alguien del cielo, el Señor mismo toma la determinación: “Yo voy a ir y los voy a salvar”.

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Pastor: Helmer Gonzales

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