Por qué no debo avergonzarme del evangelio

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Por qué no debo avergonzarme del evangelio

Dos razones exponen Pablo sobre la pregunta ¿Por qué no debo avergonzarme del evangelio?

  1. Por ser la potencia de Dios para salvar a todo el que lo cree.
  2. Porque en el evangelio se revela y se descubre se manifiesta la justicia de Dios Por fe y para fe.

“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” Romanos 1:17.

No por la fe en la fe, sino por la fe en la justicia de Dios

La justicia de Dios es la revelación que el apóstol Pablo nos da en 11 capítulos y nos explica cómo Dios ha revelado su justicia, a fin que el hombre eche mano de esa justicia y viva por la fe en ella.

“Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5.

La primera sensación que tiene una persona al recibir al Señor es una gran carga caer y sentir paz.

“Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.

El único terreno donde el cristiano puede estar firme en todo tiempo y lugar, es sobre el terreno de la gracia de Dios, pero a ese terreno se entra mediante la fe en la justicia de Dios.

Vea también: La justificación y la gracia

Y dice también “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”.

Sólo el cristiano puede en medio de la tribulación y la angustia celebrar, porque ha entrado allí por medio de la justificación.

Sigamos con el tema ¿Por qué no debo avergonzarme del evangelio?

En el verso 17 del capítulo 14 en Romanos, sigue diciendo el apóstol “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”.

Hoy en día hay millones que buscan el reino de Dios por los panes y los peces, pero Dios al revelar su justicia al apóstol dice, que no es comida ni bebida sino justicia y paz.

Sin justicia no hay paz y sin paz no hay gozo, eso es consecuente, la justicia de Dios trae paz con Dios y está paz produce el gozo y el gozo del Señor es nuestra fortaleza.

Aunque la carta a los Romanos no fue la primera que el apóstol escribió, está en primer lugar y está encabezando las epístolas.

Precisamente nos muestra que la doctrina de la justificación está en primer lugar y es una de las grandes doctrinas de la palabra de Dios, de las grandes doctrinas de la salvación.

Vea también: La justificación como doctrina fundamental

Esta justicia fue prometida en el Salmo 98 donde el salmista dice:

“Jehová ha hecho notoria su salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia”.

En Isaías 42 podemos ver el acto en el que Dios desnudo el brazo de su justicia y lo hizo para traerla a cada nación por medio de su verdad y él no se cansará, ni desmayará hasta que establezca justicia en la tierra.

En su propósito eterno en el plan que hizo antes de la fundación del mundo determinó que en el curso de los tiempos.

Su justicia sería revelada, manifestada, declarada a la humanidad precisamente porque la Justicia del hombre no vale nada.

Isaías declaró «Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia» Isaías 64:6. 

Esa es la experiencia que tuvo Isaías cuando vio al Señor alto y sublime sentado sobre un trono.

El profeta Isaías, llamado el profeta evangélico, es el hombre a quien Dios le reveló más extensa y profundamente la venida de Cristo y su gran obra redentora

Isaías cuando escribe ese verso anterior hablaba de su propia experiencia; tengamos en cuenta que Isaías no era un idolatra, ni adúltero, ni fornicario.

Era un joven de linaje sacerdotal, creado con las mejores costumbres de su pueblo y era un devoto, puesto que estaba en el templo.

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Usías fue un profano, profano es el que trata las cosas sagradas con desprecio y cuando aquel rey cometió aquel pecado, la revelación se terminó o se suspendió.

Pero en el ese año en que murió ese rey profano, Isaías vio al Señor sentado en un trono y sus faldas llenaban el templo.

Cuando Dios se nos revela quién es él, nos damos cuenta lo bajos que somos.

Lo pecadores, lo perdidos que estábamos y para ser justificados, hay que llegar a esa condición.

Dios no justifica los buenos, sino que justifica al impío, Jesucristo salva a los pecadores.

Y para que una persona sea salva, tiene primero que pasar por esa experiencia que vivió Isaías.

También vivió una experiencia similar Job, al decir que ni la luna, ni las estrellas ante Dios eran limpias.

Cuanto menos el hombre abominable y vil que hace la iniquidad cómo beber agua.

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Razón tuvieron ellos cuando sintieron la majestad de Dios, en sentirse así, pero eso no es todo, eso fue lo primero, debemos ver lo segundo.

Cuando Isaías hizo esta confesión un serafín se desprendió del altar con un carbón encendido y toco sus labios sus labios y le dijo limpio eres de su iniquidad.

Ahí vemos el otro lado, cuando Isaías dice: «En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia».

Para verse si así en la presencia de Dios, primero nos debemos ver como Isaías se vio antes.

De esta situación nace o es la razón o el motivo porque se debe predicar el evangelio, pero el evangelio verdadero.

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Por qué no debo avergonzarme del evangelio.

En el que se descubre o se revela la justicia de Dios por fe y para fe, a fin de que el justo por la fe viva; sin esa justicia no hay más nada.

El pecado, dice el apóstol Pablo, que entró al mundo por un hombre, por el pecado la muerte y la muerte pasó a todos los hombres.

Este es un todo absoluto, que no deja ningún ser humano por fuera.

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Todos nacimos adámicos, pecadores, mortales, perdidos y destituidos de la gloria de Dios.

La salvación no la merecemos, no la compramos, hay que recibirla gratuitamente por la fe en Jesucristo, en la justicia que el desplegó en el calvario.

¿Por qué no debo avergonzarme del evangelio? Porque es un privilegio ser llamados hijo de Dios, es un privilegio recibir esa justicia y salvación.

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” Romanos 1:16.

Por: Eliseo Duarte

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