Cómo deben ser las vestiduras de un creyente

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Cómo deben ser las vestiduras de un creyente

En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” Eclesiastés 9-8. Hablaremos del tema: «Cómo deben ser las vestiduras de un creyente».

Para empezar vemos aquí una orden de Dios, es una orden imperativa porque él no pide favores.

Él da ordenes porque somos de él, nos dice: levántate ve y sal, él no pide favores, no dice: hágame el favor.

A través de su palabra nos dice “En todo tiempo sean blancos tus vestidos”.

Él no dice: si quieres, si te provoca hacerlo. Y te dice algo mas Y nunca falte ungüento en tu cabeza”.

¿Por qué nos habla él de esta manera? Porque él tiene toda la autoridad, tiene todo el derecho.

Él mismo fue quien compró nuestros vestidos, nos vistió de blanco, él mismo fue quien descendió de los cielos y vio la condición en la cual nos encontrábamos.

Andábamos harapientos, sucios en el lodo, en la basura, desechables completamente.

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Pero Dios en su misericordia descendió de los cielos, vino y nos recogió con sus manos, nos limpió, nos lavó, nos purificó, nos santificó, nos quitó esos vestidos viejos, esos harapos.

Nos encontrábamos mal olientes, pero nos dice: Ahora yo te pongo un vestido limpio, un vestido blanco.

En el Antiguo Testamento el pecado solamente se cubría, el judío pecaba y Dios le daba una oportunidad.

Tomaba un cordero, se lo llevaba al sacerdote y el este lo tomaba lo degollaba, lo colocaba en el altar, lo despresaba y solamente servía para un pecado.

Posteriormente si volvía a pecar tenía que llevar otro cordero, un cordero por cada pecado.

Hubo un momento en el que el pueblo de Israel pecó deliberadamente, hasta el punto que Dios no quiso mas eso.

¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos” Isaías 1:11.

Ahora bien, quiero que ustedes se laven, se limpien. Dios no quiere más ese cordero.

“Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” Isaías 1:16-17.

Dios quiere que te laves, que seas limpio, que seas blanco como la nieve.

Para ellos esto era algo muy extraño, por eso, ellos apedreaban a los profetas, era imposible que les dijeran que la ley era abrogada.

Y ahora los mandaban a lavar al río, si ellos tenían claro que el cordero fue el que Dios estableció para perdonar sus pecados.

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¿Por qué dice esto? Si precisamente el profeta nos dijo:

“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor” Jeremías 2:22.

¿Dónde está esa agua que puede quitarnos el pecado? ¿Dónde está ese desmanchador?

Ya Dios estaba proveyendo.

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” Isaías 53:5.

Cuando él llegó a la cruz del calvario, dice que el soldado romano le traspasó el costado y de él salió agua y sangre.

Sinónimo de que había sido completamente desangrado y con esa sangre que derramó allá en el calvario se cumple lo que dice en Isaías 1 “Lavaos y limpiaos”.

Haciendo una comparación el apóstol Pablo de la iglesia con el Señor Jesús y el matrimonio.

“Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” Efesios 5:24-25.

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Cómo deben ser las vestiduras de un creyente.

Nosotros estamos esperando algo transcendental; las bodas del cordero, él es el esposo, nosotros somos su iglesia.

Pero él vino con anterioridad a esas bodas y él declaró sus amores a esta iglesia preciosa.

“Paloma mía, amada mía, niña de mis ojos, especial tesoro”.

Nos sacó de este mundo perdido, nos colocó en lugares altos en Cristo Jesús Señor nuestro y la he vestido como mi novia y la he hecho digna.

Dios no quiere que su novia llegue a aquel día con su vestido rasgado, manchado, salpicado.

Así esta el Señor esperando a su iglesia como un novio a una novia ataviada para su marido, digna de él.

Él nos ha vestido y también quiere vestirte a ti, para que andes por este camino que no es fácil.

La Biblia nos dice: “Vuestro adversario el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar; resistirle firmes en la fe» 1 Pedro 5:8.

Tratando de salpicar, tratando de enlodar, tratando de dar zarpazos para romper ese vestido.

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Hay cosas en la vida del cristiano que el enemigo siempre trata de interponérsele en ese recorrido que el hombre va hacia el matrimonio, muchas veces trata de impedirle que continúe este camino.

Estamos desarrollando el tema: «Cómo deben ser las vestiduras de un creyente»

Pero tenemos a nuestro Señor Jesucristo que es quien nos va cuidando siempre; nos va diciendo tu puedes llegar de una manera santa.

“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” 1 Pedro 1:15-16.

Cuando lleguemos allá a las bodas del cordero, hay dos aptos magnos importantes que Dios dejó establecidos, el bautismo ¿Qué representa?, tres partes importantes.

  • La muerte: Un alma que antes andaba en delitos y pecados, ahora por la palabra que ha recibido ha sido lavado, limpiado, nacido de nuevo, ha muerto al pecado.
  • La sepultura: Cuando una persona muere hay que sepultarla, cuando sale del agua, resucita, el Señor Jesús le coloca un vestido blanco.
  • La resurrección: Tenemos la santa cena, para la iglesia, para el cristiano. La sangre de Jesucristo tiene le poder de limpiar tu vestido blanco, desmancha y te ayuda a seguir adelante, dignamente.

“Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.” Apocalipsis 3: 18.

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Cómo deben ser las vestiduras de un creyente.

Esa es la santa cena, bienaventurados los que podemos participar, pero también bienaventurados los que el Señor redarguye de pecado porque el Señor al que ama disciplina.

La santa cena es algo muy digno, es como una medida que el Señor le cocola al cristiano para que el cristiano haga un juicio personal por si mismo y diga “Yo tengo que arreglar mi vida”.

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“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” Apocalipsis 22:14.

En la cruz del calvario nuestro padre celestial tomo nuestros vestidos manchados, murió por nosotros para que tu vestido sea blanco, por eso el te dice hoy: Yo quiero que tu vestido sea blanco.

Por: Orlando Arias

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