Desconocer a Jesucristo es desconocer a Dios

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Desconocer a Jesucristo es desconocer a Dios

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” Juan 1:14. El tema que abordaremos el día de hoy es: «Desconocer a Jesucristo es desconocer a Dios».

Juan nos presenta a Cristo como el creador, también nos muestra la Biblia que en él estaba la vida, además es presentado como la luz del mundo.

Jesús manifestó y reveló su gloria a través de los hechos y las palabras que hizo y dijo.

Transformó el agua en vino, manifestó su gloria y los discípulos creyeron en él.

Cuando Jesús se encontró con el ciego de nacimiento los discípulos, le preguntaron si él o sus padres habían pecado, Jesús le respondió que ninguno, sino que era necesarios para Dios manifestar sus obras.

Cuando Jesús fue la tumba de Lázaro, le dijo Marta sí creía vería la gloria de Dios.

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Todos esos hechos y milagros rebelaron y mostraron la gloria de Dios.

El desconocer a Jesucristo es desconocer a Dios «Yo y el Padre uno somos» Juan 10:30.

Todas las declaraciones que dijo Jesús, manifestaron su gloria.

«A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer» Juan 1:18.

A Dios en su esencia nadie lo ha visto, ni lo podremos ver aún porque Dios es espíritu, es decir, es invisible.

Lo que ha hecho Dios a lo largo de la historia, es rebelarse en forma visible porque el hombre necesita esas formas; la Biblia es la historia sagrada de la revelación de Dios al hombre.

Si queremos conocer a Dios, indiscutiblemente debemos oír, estudiar y conocer su palabra

La primera revelación de Dios al hombre fue la creación «Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos» Salmos 19.

Todo lo que se ve, las especies, las aves, las flores, los peces, nada de eso se hizo solo y no lo puede hacer el hombre, todo fue hecho por Dios.

Por no conocer a Dios por medio de su creación, el hombre fue entenebrecido; la oscuridad que hay en la mente humana, obedece a que el hombre no ha conocido a Dios por medio de su creación

Conocer a Dios significa reconocerle y ser agradecido; el propósito de la predicación y de la enseñanza es que las personas conozcan a Dios.

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En la última oración que hizo Jesús en el jardín de Getsemaní, dijo:

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» Juan 17:3.

La vida eterna no consiste en hacer largas oraciones o encantar y esas cosas que los religiosos hacen, consiste en creer y para creer debemos conocer.

Como cristianos debemos tener claro cuál es nuestra fe, en qué creemos, en qué cree la iglesia, cuáles son las obras que ha hecho Dios y cuál es nuestra esperanza.

Si no conocemos a Dios, no podemos creer en él y si no podemos creer en él, no podemos beneficiarnos, porque Dios no tiene otro método, sino el de la fe.

No hay fe sin promesa, si no conocemos las promesas de Dios, no podemos decir que tenemos fe.

La fe es producto, es fruto del conocimiento de Dios, en la medida que le conocemos, le creemos.

En la medida que le creemos, recibimos de él y en la medida que recibimos, disfrutamos de la vida cristiana.

La segunda revelación de Dios fue a los patriarcas, por la fe cada uno de ellos alcanzaron cosas en Dios.

Él se manifestó a ellos; en el libro de Génesis lo podemos encontrar, esto sucedió a lo largo de 2.500 años.

Todo lo que Dios ha hecho y todo lo que Dios hace, es por su palabra.

Años después se le reveló a Moisés en el desierto y lo hizo para que sacará a su pueblo de Egipto.

Dios se reveló a ellos como a una nación, les sacó de Egipto al Sinaí y les dio una ley para que gobernarán, les dio un santuario para que le adoraron.

De Éxodo hasta Malaquías, es la historia del trato de Dios con esa nación, en todos esos 4000 años (2500 del Génesis y 1500 del Éxodo hasta Malaquías).

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Dios no trató con otra nación sino con esa; todas las civilizaciones que encontramos en la Biblia, en la historia secular:

  • Los sumerios
  • Los egipcios
  • Los sirios
  • Los babilonios
  • Los persas
  • Los griegos
  • Los romanos

Todos ellos vivieron en un paganismo horrendo, desconociendo totalmente a Dios.

Pero les vino la lluvia, le salió el sol, todas las estaciones las vivieron, porque Dios cuida de su creación.

Pero Dios no trató con esas naciones en el Antiguo Testamento, Dios trató primero con los patriarcas.

En el libro de Génesis vemos como Dios trató con: Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José.

Esos hombres a quién Dios se reveló, le hablaron a su familia, transmitieron el conocimiento de Dios a sus familias.

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El pueblo de Dios en ese tiempo era una familia; cuando Jacobo descendió Egipto eran 70 personas que conformaban una familia y esas 70 personas, lo largo de 430 años, se convirtieron una nación.

De Éxodo en adelante, Dios los trata como una nación, es por esto que les da una ley.

En estos postreros días, Dios nos habló por medio del hijo; a Dios nadie lo vio jamás, la revelación de Dios en Cristo es la última y más grande revelación de él a la humanidad.

El apóstol Pablo antepuso dos palabras al decir la verdad.

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«INDISCUTIBLEMENTE, GRANDE es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria»  1 Timoteo 3:16.

El verbo hecho carne es algo indiscutible y grande.

Dios tiene derecho a decidir cómo ser adorado.

El mundo está lleno de adoraciones que no son para Dios, sacrificios y cultos que no son como el los pide.

Dios ha dejado una manera razonable, sabia y sensata de cómo los hombres deben adorarle.

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Desconocer a Jesucristo es desconocer a Dios.

El privilegio que hoy tenemos de invocar su nombre y sentir su presencia en nuestras vidas, obedece a que Dios vino en Cristo.

A que vino en un santuario humano y ese santuario nos abrió el camino a su presencia; el verbo hecho carne.

Tenemos libertad de entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo que él nos abrió, esto por el velo de su carne que fue rota.

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Jesucristo es el cumplimiento y la perfección de todo lo que se retrató en el Antiguo Testamento.

Pero Jesús es la última y más grande revelación al hombre, por eso, habló de forma determinante:

«El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» Marcos 16:16.

Y dijo también, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

Por: Eliseo Duarte

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