El Espíritu Santo no tiene protocolos

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El Espíritu Santo no tiene protocolos

En esta ocasión estaremos hablando de algo que todo cristiano debe tener muy claro, y es que, no son los protocolos sino la unción quien da la autoridad. Hablaremos sobre: «El Espíritu Santo no tiene protocolos».

“Y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” San Marcos. 11:28.

Al implementar el término protocolo, nos estamos refiriendo a las reglas ceremoniales o protocolarias, reglas establecidas para dotar o elegir a una persona dentro de una función específica.

A lo largo de las tradiciones, en el campo social, político y religioso se han realizado estos actos protocolarios, que son más comunes en algunas culturas, incluyendo la nuestra.

Muchas veces se emplean una serie de actos, para asignarle alguna persona una función, todo esto va relacionado con actos protocolarios y los pergaminos que requieren estás investiduras.

Pero hablando acerca de los hombres de Dios, no son estos actos los que dan investidura para desarrollar sus ministerios.

En el caso de Moisés, por ejemplo, cuando Dios lo está comisionando para que vaya a Egipto y saque su pueblo de allí y lo lleve a una nación.

Moisés asume un rol de una elevada envergadura, lo que lo puso en un nivel como de faraón.

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Porque la acción de tomar una nación dentro de otra para llevarla y establecerla, era un gran acto.

Por esto, Moisés sintió temor, ya que sabían lo importante que era esa responsabilidad y los roles que iba asumir dentro de esta nación.

Pero en los hombres de Dios, no son los protocolos, sino la unción la queda la autoridad.

En ese momento cuando Moisés se acerca al pie de la zarza, está siendo ungido, impregnado de la gloria que está saliendo de la zarza.

La zarza era la misma presencia de Dios. Dios le dice a Moisés que su presencia iría con él.

En otra ocasión, los discípulos fueron cuestionados cuando estaban sanando enfermos y haciendo milagros las personas que tenían protocolos y reconocimientos en la sociedad.

Al ver que están perdiendo espacio y protagonismo social, les preguntan sobre qué autoridad hacían tales cosas.

Pero repetimos, para los hombres de Dios no son los protocolos, sino la unción del Espíritu Santo, Dios es quien da la autoridad.

Ante esto, los discípulos respondieron que eran el nombre de Jesús.

A Jesús también le preguntaron lo mismo cuando estaba desarrollando su ministerio, las personas interrogan a Jesús.

Porque no habían visto cuál era su linaje y no sabían cuál era su reconocimiento, entendían que no tenía ningún cargo de valor entre los hombres.

Pero él ya había dado respuesta antes: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos» Lucas 4:18.

En Dios no son los protocolos, sino la unción. Cuando alguien tiene la unción de Dios tiene la autoridad para actuar.

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La unción es el acto de derramar aceite sobre un cuerpo u objetos, hay dos tipos de unción:

Una de ellas era ungir, esto lo hacían para un cargo, se hacía con reyes, sacerdotes y profetas; el ungüento para ungir a esta persona era especial.

La unción es autoridad, es fuerza divina, ilumina el alma y renueva el espíritu, dando firmeza y estabilidad al carácter de los hombres que Dios usa.

Ya la unción en el nuevo testamento, toma otra dirección diferente, Jesús era únicamente el ungido, él era la fuente de toda unción.

De manera, que ya en el nuevo pacto, que comienza con la muerte de Cristo en la cruz del Calvario, las cosas toman una dimensión diferente.

Se les hacía muy difícil a las personas, creer que Jesús era el ungido, que no hubiese sido anunciado por un embajador bajo muchos protocolos, que quien lo anunció fue un hombre salido de la montaña que vestía piel de camello.

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Veían que su nacimiento de Jesús no había sido con estos protocolos, sabían que había nacido en un pesebre y pensaban, que si era él un rey, debía tener protocolo.

Los reyes cuando van entrando a una ciudad, lo hacen luciendo grandes carrozas, pero cuestionaban a Jesús porque él había llegado montado en un asno.

Pero Dios no se introdujo de la manera que todos creían, se introdujo por donde menos se podía pensar.

Dios a través de los tiempos, ha venido usando hombres y mujeres que han sido sacados de la nada.

Pero Dios los ha ido llevando y colocando en el nivel que él quiere que ellos estén; porque no son los protocolos sino la unción.

No es de quién quiere o corre, sino de quien Dios tenga misericordia.

Estamos viviendo en un tiempo donde la Biblia se ha convertido en un negocio, los predicadores están ofreciendo cargos como cualquier cosa.

Pero aquí es diferente, porque sólo la unción es quien da la autoridad, es el Espíritu Santo quien hace las obras.

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El Dios que se manifestó a Moisés en la zarza, aún sigue con esta iglesia y lo seguirá estando; él es el mismo ungió hace muchos años y hoy sigue ungiendo.

Es importante que nosotros nos ubiquemos y que hagamos uso de la relación y la comunión que tenemos con Dios. Necesitamos tener el apoyo y respaldo de Dios.

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El Espíritu Santo no tiene protocolos.

La unción entre el Nuevo y el Antiguo Testamento son diferentes, porque en el Antiguo se derramaba un aceite perfumado con muchos ingredientes sobre la persona o el objeto.

En el Nuevo Testamento el único ungido era el Señor Jesús, pero el subiendo a lo alto llevó cautiva la cautividad y ha dones sobre nosotros los hombres.

El día de pentecostés fue derramada unción y autoridad sobre esta iglesia, para que lleváramos el evangelio a toda criatura.

Si tenemos la unción del Espíritu Santo, tenemos con que producir un avivamiento poderoso.

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Vamos a hacer uso de la unción, si él ya nos ha ungido, debemos hacer uso de esto tan maravilloso.

La unción viene de lo alto, a Dios plació revelarnos este misterio.

No son los protocolos sino la unción del Espíritu Santo la que nos guiará, Dios no mira los protocolos de los pergaminos.

Esforcémonos para que lo que hagamos sea convincente y sea poderoso en Dios.

Tengamos en cuenta que lo único que le da vida a lo que hacemos en la autoridad y la unción que tenemos de Dios.

Por: Eimer Lucumi

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